En toda época seguramente podemos
encontrar a mujeres representadas por Lola Montenegro y Josefa García Granados que
aunque parece que difieren en la forma, no sucede en el fondo.
Seguramente alguna mujer hasta el
día de hoy se sentirá identificada como mujer fuerte, directa, sin pelos en la
lengua, decidida a gritar y defender lo que piensa a la manera de Josefa. Imagen
que me recuerda a una conocida politóloga en la actualidad, que no únicamente
es nombrada por el carácter intenso de sus palabras, sino por el tono y el
lenguaje a veces vulgar que utiliza, queriendo manifestarse como una mujer que
rompe esquemas, que no es como cualquiera, que quiere hacerse notar y respetar,
que desea luchar por los intereses de toda la nación.
También están aquellas que de
igual forma son fuertes, pero también sutiles, elegantes, gallardas, poéticas,
intensas, a la manera de Lola. Ambas son una especie de arquetipo, que tienen
como denominador común la intensidad de sus emociones, la crítica a la realidad
de su tiempo y la defensa de los valores humanos, nacionales o colectivos que a
su parecer tienen que prevalecer por encima de la reputación o las normas
morales de su tiempo.
Siempre encontraremos mujeres de
este tipo, y siempre habrá quien desee que se callen, porque seguramente
sienten amenazados sus intereses, su hombría o su posición social. Es en estas
circunstancias en que la igualdad de género no se ve por ningún lado, porque
pocos hombres podrían hacer lo que hacen estas mujeres y romper con los esquemas
comúnmente aceptados sabiendo que serán criticados y a veces censurados. Parece
que en todas las épocas también se establecen actitudes para callar a la mujer
de una o de otra forma, pero siempre habrá algunas que sabrán como sortear
estas acciones y salir al paso en una sociedad crítica.
Lola y Josefa son referente del
modelo de pensamiento de la mujer que se siente autónoma, libre, capaz, igual
en importancia que los hombres, que se siente fuerte y empoderada, que se
siente parte de la historia, que hace historia.