Juan Diego Lemus Lemus
EL
PUNTO DE PARTIDA DE LA FILOSOFÍA
Antonio Gonzáles, S.J.
Quisiera empezar estas líneas
haciendo mención de un hecho que con frecuencia sucede en nuestras familias
(aclaro, no en todas porque algunas personas nos corren la misma suerte que
otras) y es de que, en la infancia se le da todo al niño: estudio, vivienda,
alimentación, en fin se vela por él, para que no le falte nada. Pero cuando ya
esta “grandecito”, que ha llegado a una mayoría de edad, el patojo debe luchar
para salir adelante (bueno en algunas cosas todavía le sigue ayudando el padre,
pero no en todas), pues tiene que decidir qué hacer de su vida, qué quiere
llegar a ser. Son como aquellos pajaritos, que la misma madre los saca
del nido para que aprendan a volar. Pero algo curioso es de que, el
joven, a pesar de la independencia que lo caracteriza, se siente comprometido a
contribuir en algo para que la familia salga adelante. De la misma manera el
filósofo, después de haber recibido toda una formación académica, un bagaje
cultural y un conocimiento estructurado; ya no puede seguir pensando
escolásticamente. Sería como aquel joven que alcanza una mayoría de edad y no
sabe si casarse, quedarse soltero, ser sacerdote, en fin no ha hecho lo posible
por discernir la misión por la cual ha venido al mundo. Todavía sus papás
tienen que decidir por él, no es un joven autónomo, con carácter y con el
coraje que debe tener para asumir un estilo de vida determinado y no optar por
una vida tradicional, sin riesgo pues mi padre y mi madre me protegen. Ya estamos
cansados de tener personas con un pensamiento estéril, que no aportan más bien
optan por seguir un pensamiento escolástico, de repetir conceptos, tradiciones
de pensamiento, creer que la filosofía es un triste comentario histórico y es
ahí, cuando la filosofía pierde la autenticidad, según el autor que estamos
estudiando: Antonio Gonzáles.
Y la verdad, es que imitar, repetir
o seguir el pensamiento de otros no es que sea malo, lo que pasa es que toda
filosofía se hace en un contexto determinado, con los elementos propios del
lugar; entonces, otros filósofos han pensado en otro contexto distinto al
nuestro. Y eso se da, no solo en la filosofía, sino en la misma iglesia: cuando
no preparamos la homilía del domingo, lo que hacemos, en última instancia, es
leer el evangelio del domingo y su comentario. Que se yo: en internet o en
cualquier otro libro escrito por algún autor fuera de nuestro contexto. Y
cuando llegamos a predicarle al pueblo de Dios, tomamos elementos del Evangelio
que, quizá, no sean los adecuados para orientar a las personas de dicha
comunidad cristiana, porque los tomamos de una reflexión que ayudaba a las
personas de otro lugar y no a los nuestros.
Con esa metodología, cuesta más que el Evangelio sea una verdadera luz
para guiar al rebaño de esa parroquia. Y por eso mismo es que Antonio Gonzáles,
insiste en auténtico filosofar. Y Gonzáles, afirma que lo más duro de hacer
filosofía escolástica es proclamarse filósofo sin haber justificado el propio
punto de partida. Vale la pena recordar que la escolástica se inicia con san
Agustín (quién cristianizó a Platón) y culmina con santo Tomás (quién
cristianizó a Aristóteles). Cuando uso el término “cristianizó”, quiero decir
que se basan en dicho filósofo, para producir su pensamiento. Entonces nos
damos cuenta de que ambos, se aferran a al pensamiento de otro filósofo; ya
sea, para aumentarle, corregirle o repetir algunos pensamientos del filósofo al
cual están aferrados. Pero esto, para Antonio Gonzáles no es filosofía pura;
pues “una filosofía auténtica aparece
allí donde los propios presupuestos, lejos de ser aceptados sin más, se someten
a una crítica radical, sea para justificarlos de un modo contundente, sea para
eliminarlos, determinando en cualquiera de los dos casos un punto de partida auténtico
para el filosofar”. (GONZÁLES, Antonio. Pensamiento
filosófico contemporáneo de la América central. Pág. 167). Nos damos
cuenta, que hacer un pensamiento auténtico, no se trata de pensar en el aire,
tampoco pensar algo novedoso, sino algo estructurado con un punto de partida.
Ahora comprendemos por qué muchos pensadores no se atreven producir un
pensamiento auténtico.
Pero Antonio Gonzáles, se atreve a
realizar un pensamiento auténtico y por eso nos da su propio punto de partida
para crear una auténtica filosofía. Y nos propone el “cogito”. Pero como antes ya hablábamos de un pensamiento libre,
puro, parece que se está contradiciendo; pues dicho término lo emplea Descartes
como centro de su pensamiento, al afirmar: “cogito
ergo sum”. Pero Gonzáles, no reduce el cogito
al “pensamiento”. Pues el cogito
no se refiere sólo a “lo intelectivo” del hombre, además, se refiere al juzgar,
querer, sentir, imaginar, odiar, amar, etc… En latín el cogito incluye en
ocasiones la intención o el deseo. Entonces, la actividad del cogito –afirma-
no es sólo “estoy dudando”, sino también que estoy sintiendo, juzgando,
imaginando, etc… entonces, el punto de partida no es un cogito
intelectualizado, sino un ago. Aquello de lo que no puedo dudar es un acto, y no de que “estoy pensando”.
Pero aquí, hablamos de un ago mismo
en cuanto factum primario y radical. Es decir, un ago como
hecho. Y hablamos de un hecho fáctico y no de una evidencia apodíctica.
Con todas estas palabras con las que
Antonio Gonzáles describe el punto de partida de la filosofía, nos da la impresión de que él nos
lleva a una filosofía más práctica; si el punto de partida se trata del
análisis del ago como un factum fáctico, nos imaginamos toda la praxis que pueda contener el desarrollo
de dicha filosofía. Ya no es aquella filosofía de Platón con su mundo de las
ideas, o la ciudad de Dios en San Agustín, o el ser y el tiempo en Heidegger, y
así podríamos seguir mencionando filosofías (que no afirmo que están en total
divergencia con el pensamiento de Antonio Gonzáles, pues tengo poco
conocimiento del pensamiento de este autor), pero que leyendo este folleto: el punto de partida de la filosofía;
nos damos cuenta que hace una filosofía de la realidad, de los problemas del
hombre, etc. y no es que esté partiendo escolásticamente de Marx, ni de
Blondel, ni de otros filósofos; sino que el busca partir de un principio que
esté libre de toda duda sobre posibles presupuestos no justificados. Y es en
este punto donde quiero confesar por qué he decidido abordar este autor, en el
presente ensayo. Pues, me llega su forma de de hacer filosofía, de plantearnos
la filosofía: una filosofía autónoma, que se abastece a si misma, ue tiene una
concepción de la realidad, no filosofa sobre lo abstracto. Y quiera o no,
porque no decirlo, Antonio Gonzáles utiliza un lenguaje accesible para
comprenderlo. Antonio Gonzáles nos ha llevado a la pura facticidad de nuestros
actos. A ellos hemos llegado como buscadores de un punto radical de la
filosofía. Esto nos invita a seguirnos informando para saber cómo llego este
autor a desarrollar esta filosofía, a la cual pertenece el punto de partida del
que hoy hemos hablado. Estamos pues ante una tarea abierta.
Al ejemplo de Antonio Gonzáles,
nosotros estamos llamados desde hoy, a ir creando un pensamiento auténtico, “de
nosotros” y no un pensamiento bastardo. Y en este punto quisiera congratular al
catedrático de esta materia, por fomentar en nosotros el esfuerzo a explotar
nuestro pensamiento. A dejar el plagio, en el que muchas veces caemos, por
falta de autenticidad, sinceridad y confianza en nosotros mismos. Y aquí,
quisiera recordar las palabras del Dr. Amílcar Dávila: no tenemos una mente
fabulosa, pero lo que aportamos es nuestro. Y eso nos debe llenar de orgullo
siempre que demos nuestra postura acerca de algo. Solo así, obtendremos un
pensamiento auténtico.
La opinión que puedo aportar a tu esfuerzo, por presentarnos tu postura acerca del documento de A. González. Es la falta de explicación de cómo A. González, deduce que el cogito de Descartes llega a ser un ago. Queda anulado ese proceso en tu reflexión. Ya que es importante conocer ese proceso, del cual se desprende una evidente transparencia del pensamiento de A. González, por entender y comprender la aplicación del ago en cuanto al punto radical del filosofar. Y creo al mismo tiempo que cuando ese proceso toma su papel en referencia al ago, también este toma su papel en la aplicación en el filosofar. Y como tu reflexión lo sostiene; es este un ago como hecho.
ResponderEliminarPasando a otra opinión, creo favorable el inicio de tu reflexión. Por el hecho que da un panorama particular de cuanto vas a desarrollar posteriormente. Pero hubiese tenido más favor, si este hubiese ido posterior a una idea que le ayudara a tener más profundidad. Como por ejemplo; empezar con idea del pensamiento del mismo A. González u otra idea, de otro filosofo que le diera consistencia a tu inicio.