viernes, 27 de julio de 2012


Juan Diego Lemus Lemus
EL PUNTO DE PARTIDA DE LA FILOSOFÍA

Antonio Gonzáles, S.J.

Quisiera empezar estas líneas haciendo mención de un hecho que con frecuencia sucede en nuestras familias (aclaro, no en todas porque algunas personas nos corren la misma suerte que otras) y es de que, en la infancia se le da todo al niño: estudio, vivienda, alimentación, en fin se vela por él, para que no le falte nada. Pero cuando ya esta “grandecito”, que ha llegado a una mayoría de edad, el patojo debe luchar para salir adelante (bueno en algunas cosas todavía le sigue ayudando el padre, pero no en todas), pues tiene que decidir qué hacer de su vida, qué quiere llegar a ser. Son como aquellos pajaritos, que la misma madre  los saca  del nido para que aprendan a volar. Pero algo curioso es de que, el joven, a pesar de la independencia que lo caracteriza, se siente comprometido a contribuir en algo para que la familia salga adelante. De la misma manera el filósofo, después de haber recibido toda una formación académica, un bagaje cultural y un conocimiento estructurado; ya no puede seguir pensando escolásticamente. Sería como aquel joven que alcanza una mayoría de edad y no sabe si casarse, quedarse soltero, ser sacerdote, en fin no ha hecho lo posible por discernir la misión por la cual ha venido al mundo. Todavía sus papás tienen que decidir por él, no es un joven autónomo, con carácter y con el coraje que debe tener para asumir un estilo de vida determinado y no optar por una vida tradicional, sin riesgo pues mi padre y mi madre me protegen. Ya estamos cansados de tener personas con un pensamiento estéril, que no aportan más bien optan por seguir un pensamiento escolástico, de repetir conceptos, tradiciones de pensamiento, creer que la filosofía es un triste comentario histórico y es ahí, cuando la filosofía pierde la autenticidad, según el autor que estamos estudiando: Antonio Gonzáles.

Y la verdad, es que imitar, repetir o seguir el pensamiento de otros no es que sea malo, lo que pasa es que toda filosofía se hace en un contexto determinado, con los elementos propios del lugar; entonces, otros filósofos han pensado en otro contexto distinto al nuestro. Y eso se da, no solo en la filosofía, sino en la misma iglesia: cuando no preparamos la homilía del domingo, lo que hacemos, en última instancia, es leer el evangelio del domingo y su comentario. Que se yo: en internet o en cualquier otro libro escrito por algún autor fuera de nuestro contexto. Y cuando llegamos a predicarle al pueblo de Dios, tomamos elementos del Evangelio que, quizá, no sean los adecuados para orientar a las personas de dicha comunidad cristiana, porque los tomamos de una reflexión que ayudaba a las personas de otro lugar y no a los nuestros.  Con esa metodología, cuesta más que el Evangelio sea una verdadera luz para guiar al rebaño de esa parroquia. Y por eso mismo es que Antonio Gonzáles, insiste en auténtico filosofar. Y Gonzáles, afirma que lo más duro de hacer filosofía escolástica es proclamarse filósofo sin haber justificado el propio punto de partida. Vale la pena recordar que la escolástica se inicia con san Agustín (quién cristianizó a Platón) y culmina con santo Tomás (quién cristianizó a Aristóteles). Cuando uso el término “cristianizó”, quiero decir que se basan en dicho filósofo, para producir su pensamiento. Entonces nos damos cuenta de que ambos, se aferran a al pensamiento de otro filósofo; ya sea, para aumentarle, corregirle o repetir algunos pensamientos del filósofo al cual están aferrados. Pero esto, para Antonio Gonzáles no es filosofía pura; pues “una filosofía auténtica aparece allí donde los propios presupuestos, lejos de ser aceptados sin más, se someten a una crítica radical, sea para justificarlos de un modo contundente, sea para eliminarlos, determinando en cualquiera de los dos casos un punto de partida auténtico para el filosofar”. (GONZÁLES, Antonio. Pensamiento filosófico contemporáneo de la América central. Pág. 167). Nos damos cuenta, que hacer un pensamiento auténtico, no se trata de pensar en el aire, tampoco pensar algo novedoso, sino algo estructurado con un punto de partida. Ahora comprendemos por qué muchos pensadores no se atreven producir un pensamiento auténtico.

Pero Antonio Gonzáles, se atreve a realizar un pensamiento auténtico y por eso nos da su propio punto de partida para crear una auténtica filosofía. Y nos propone el “cogito”. Pero como antes ya hablábamos de un pensamiento libre, puro, parece que se está contradiciendo; pues dicho término lo emplea Descartes como centro de su pensamiento, al afirmar: “cogito ergo sum”. Pero Gonzáles, no reduce el cogito al “pensamiento”. Pues el cogito no se refiere sólo a “lo intelectivo” del hombre, además, se refiere al juzgar, querer, sentir, imaginar, odiar, amar, etc… En latín el cogito incluye en ocasiones la intención o el deseo. Entonces, la actividad del cogito –afirma- no es sólo “estoy dudando”, sino también que estoy sintiendo, juzgando, imaginando, etc… entonces, el punto de partida no es un cogito intelectualizado, sino un ago. Aquello de lo que no puedo dudar  es un acto, y no de que “estoy pensando”. Pero aquí, hablamos de un ago mismo en cuanto factum  primario y radical. Es decir, un ago como hecho. Y hablamos de un hecho fáctico y no de una evidencia apodíctica.



Con todas estas palabras con las que Antonio Gonzáles describe el punto de partida de  la filosofía, nos da la impresión de que él nos lleva a una filosofía más práctica; si el punto de partida se trata del análisis del ago como un factum fáctico, nos imaginamos toda la praxis que pueda contener el desarrollo de dicha filosofía. Ya no es aquella filosofía de Platón con su mundo de las ideas, o la ciudad de Dios en San Agustín, o el ser y el tiempo en Heidegger, y así podríamos seguir mencionando filosofías (que no afirmo que están en total divergencia con el pensamiento de Antonio Gonzáles, pues tengo poco conocimiento del pensamiento de este autor), pero que leyendo este folleto: el punto de partida de la filosofía; nos damos cuenta que hace una filosofía de la realidad, de los problemas del hombre, etc. y no es que esté partiendo escolásticamente de Marx, ni de Blondel, ni de otros filósofos; sino que el busca partir de un principio que esté libre de toda duda sobre posibles presupuestos no justificados. Y es en este punto donde quiero confesar por qué he decidido abordar este autor, en el presente ensayo. Pues, me llega su forma de de hacer filosofía, de plantearnos la filosofía: una filosofía autónoma, que se abastece a si misma, ue tiene una concepción de la realidad, no filosofa sobre lo abstracto. Y quiera o no, porque no decirlo, Antonio Gonzáles utiliza un lenguaje accesible para comprenderlo. Antonio Gonzáles nos ha llevado a la pura facticidad de nuestros actos. A ellos hemos llegado como buscadores de un punto radical de la filosofía. Esto nos invita a seguirnos informando para saber cómo llego este autor a desarrollar esta filosofía, a la cual pertenece el punto de partida del que hoy hemos hablado. Estamos pues ante una tarea abierta.

Al ejemplo de Antonio Gonzáles, nosotros estamos llamados desde hoy, a ir creando un pensamiento auténtico, “de nosotros” y no un pensamiento bastardo. Y en este punto quisiera congratular al catedrático de esta materia, por fomentar en nosotros el esfuerzo a explotar nuestro pensamiento. A dejar el plagio, en el que muchas veces caemos, por falta de autenticidad, sinceridad y confianza en nosotros mismos. Y aquí, quisiera recordar las palabras del Dr. Amílcar Dávila: no tenemos una mente fabulosa, pero lo que aportamos es nuestro. Y eso nos debe llenar de orgullo siempre que demos nuestra postura acerca de algo. Solo así, obtendremos un pensamiento auténtico.

1 comentario:

  1. La opinión que puedo aportar a tu esfuerzo, por presentarnos tu postura acerca del documento de A. González. Es la falta de explicación de cómo A. González, deduce que el cogito de Descartes llega a ser un ago. Queda anulado ese proceso en tu reflexión. Ya que es importante conocer ese proceso, del cual se desprende una evidente transparencia del pensamiento de A. González, por entender y comprender la aplicación del ago en cuanto al punto radical del filosofar. Y creo al mismo tiempo que cuando ese proceso toma su papel en referencia al ago, también este toma su papel en la aplicación en el filosofar. Y como tu reflexión lo sostiene; es este un ago como hecho.
    Pasando a otra opinión, creo favorable el inicio de tu reflexión. Por el hecho que da un panorama particular de cuanto vas a desarrollar posteriormente. Pero hubiese tenido más favor, si este hubiese ido posterior a una idea que le ayudara a tener más profundidad. Como por ejemplo; empezar con idea del pensamiento del mismo A. González u otra idea, de otro filosofo que le diera consistencia a tu inicio.

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