viernes, 15 de noviembre de 2013

Quiero entender la Verdad de la Historia

1492 es el punto de partida con el que se abre una puerta de la historia de América.  Basándome en el texto  “El encubrimiento del Otro” de Enrique Dussel, nace la inquietud de preguntarse por la historia de nuestra Latinoamérica.  Ya en el caminar mismo de la vida nos vamos encontrando con situaciones en las cuales se puede uno preguntar: ¿Tomo o he tomado conciencia de lo que soy?  ¿Soy consciente de lo que vivo?; la idea de fondo que se ventila ante tales cuestionantes es ubicarse en el aquí y el ahora de una historia.  Pero, ¿qué historia?, ¿Cuál historia?

Llama la atención que, por generaciones y generaciones, la historia sufre un proceso de resquebrajamiento que tiene fatales consecuencias para  afirmar hoy lo que es la historia original.  Como un primer presupuesto, para decir y afirmar lo que es o representa la historia hoy, es necesario tomar conciencia de los acontecimientos y sucesos que no solo han marcado un tiempo sino la misma existencia de personas que pueden testificar, a través del tiempo, lo que en verdad representa un 12 de octubre de 1492.  Se puede decir que, entender la propia historia necesita un esfuerzo de entender igualmente el contexto de la época.

            Hablar de un 1492, es hablar del inicio de la construcción de una historia que pretende ser universal anulando al otro no solo como parte de esa historia, sino como verdad misma de la historia que se confirma en el otro.  Aquí surge un problema y es la negación del otro como parte fundamental de esa historia.  Al negar al otro como miembro de esa historia, se le niega la posibilidad de reconocerlo como otro, con la misma libertad humano.  El encubrimiento del otro representa entonces el inicio de la exclusión conocida más popularmente como RACISMO.

Se abre una clave más en la historia, es el hecho de que cuando excluimos, asumimos en nosotros una actitud discriminativa hacia el otro; también cuando incluimos damos paso en nosotros algún tipo de discriminación.  Ante realidades complejas hay que preguntarnos: ¿A quién incluimos?  Lo cierto es que la historia se va dando ahí donde las situaciones de la vida se confrontan entre sí.  Solamente en las situaciones encontradas entre sí podemos formar una conciencia de la propia historia.

Juzgo importante que, a la luz de los hechos históricos me debo presentar como ignorante de esa historia para hacer un estudio libre de prejuicios.  La Historia no es un “como me lo contaron, te lo cuento”.  La historia son hechos concretos, en un tiempo-espacio y  con personas concretas.

El problema de fondo, el que trato de reflexionar, no es la historia en sí sino la interpretación de esa historia.  Una pregunta que me ha surgido es ¿Hay conciencia histórica en mí?  Creo que puedo responder en la medida en que reconozca que soy historia particular y formo parte de una historia universal. 

Tratando de aterrizar un poco en la realidad compleja de la historia es preciso que se vaya ventilando el significado de lo propio y también la posibilidad de que tengamos acceso a una historia original.  Esto equivale  a decir que, la historia impuesta necesita ser confrontada con la otra cara de esa supuesta verdad.  Lo propio es entendido entonces como lo que corresponde a una realidad cultural en la cual está encarnada la esencia y originalidad del hombre latinoamericano.

La historia ha sufrido mucho la manipulación de elites que persiguen, aún hoy mismo, la anulación total o parcial de lo que representó para América 1492.  Con banderas de progreso y desarrollo pero con el fondo de explotación y esclavitud, fuimos conquistados e invadidos no solo por países, sino por corrientes de pensamiento que hasta el día de hoy tratan de anular la capacidad que hay en el hombre/mujer latinoamericanos de responder con la expresión real de lo que fue el supuesto descubrimiento.  Para los europeos 1492 representa la salida de la ignorancia de América Latina. 

Tratando de entender a Dussel se podría  afirmar que la historia la vamos a entender cuando tengamos conciencia de ella. 

Juzgo que es necesario dejar ya la infancia y adolescencia y tomar con madurez adulta el que debemos conocer la verdad de la Historia, no como me la contaron, sino como es.  No podemos hoy quedarnos mirando hechos o acontecimientos pasados que, aunque marcaron la vida y el destino de nuestros pueblos latinoamericanos, no son la última palabra en miras a un progreso y desarrollo.  Somos una riqueza no solo cultural, también hay la capacidad de producir pensamiento propio. 


El problema de fondo ante la negación de una historia propia es evidente, cada día los jóvenes suspiran por culturas foráneas, haciendo a un lado todo el cúmulo de riqueza autóctona y cultural   que nos identifica como pueblo.  La negación de una historia “propia” sigue siendo clara y marcada en la realidad que nos interpela.  Para poner un ejemplo: Hoy es más fácil encontrar gustos en los jóvenes, en cuanto a la música, de cantantes extranjeros y su música, que identificarse con el autóctono sentimentalismo de las notas de la Marimba. Con estos problemas de fondo, aún sigue viva la inquietud de decir: “Quiero entender la verdad de la historia”.

Es necesario tratar de rescatar la verdadera cara de nuestra identidad, a la que han tratado de anular por años y años.  La historia no miente, son las interpretaciones de la historia las que nos pueden llevar por caminos equivocados que nos hagan caer en la negación de una verdad propia y original. 











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