domingo, 16 de noviembre de 2014

Una América homogénea es el reto

La diversidad y riqueza cultural en nuestro continente es un distintivo. La manera de vivir, convivir y acoger de nuestra gente, en su mayoría, es admirada y apreciada en muchos países y culturas de los demás continentes. Actualmente muchos voltean la mirada a nuestra tierra, muchos disfrutan con nuestro folclor, con lo autóctono de nuestros países, de nuestra cultura.

Pero, ¿Valoramos nosotros lo nuestro? Y por nuestro entendamos no solo lo propio de cada país, sino lo propio abarcando en conjunto la diversidad de nuestro continente. Parece que la respuesta es fácil de obtener. Es evidente que no se vive en armonía, que no se fortalece los lazos de fraternidad, que no nos estrechamos las manos. En realidad vivimos contrario a la propuesta que Martí en Nuestra América hizo: “Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”.[1]

Surgen acá otras preguntas: ¿Es esto, la propuesta martiana, lo que se nos enseña? ¿Se nos educa en la generación de vínculos? Nuestro sistema-mundo no está interesado en educar y formar seres humanos con líneas de pensamiento y de acción enfocadas a valorar y asimilar todos aquellos elementos que nos unen. Estamos inmersos en la dinámica de la dominación, de la imposición, de la opresión. Como lo expresa Martí, y difícilmente ha desaparecido esta realidad aún en nuestros días, “La colonia continuó viviendo en la república”.

“Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear, es la palabra de pase de esta generación”.[2] Ideal que, por lo que se vive actualmente, quedó olvidado. La labor de las generaciones jóvenes parece ser un reto utópico. Nadie quiere esforzarse por generar una propia y sola cultura, resulta más fácil adaptarse y continuar viviendo en lo que está dado. La característica principal de nuestras culturas es imitar, no crear.

Vencer la mejor imitación que hemos hecho, el sistema-mundo, es la gran tarea. Pero si no hay quien, o quienes, sienten un precedente y ataquen de raíz esta realidad la tarea es casi imposible. La preocupación fundamental, en la que hay que desgastar todas las energías y agotar todas las instancias, si se quiere generar una cultura homogénea es, en palabras de Martí: “el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento”.



[1] Martí, J. Nuestra América; La Revista Ilustrada de Nueva York, 1981.
[2] Ibídem. 

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