lunes, 17 de noviembre de 2014

LUCHA ENTRE CLASES

Juan Ramón Meza Escobar

En este espacio Centroamericano, en donde vivimos y nos movemos, encontramos la manifestación de relaciones que marcan la línea que divide entre clases terratenientes y trabajadores, donde se da un monopolio de los que tienen el poder y, por tanto, los mismos creen tener siempre el control de todo; de hecho, con sus políticas y actitudes de exclusión, marginación y explotación, lo demuestran. 

Desde esta realidad, “Los campesinos podían únicamente mejorar su posición si lograban convertirse en propietarios, o previa organización sindical, una negociación colectiva de salarios[1]”. La única manera para hacer conciencia social, sobre la injusticia distributiva, es a través de la cultura y la educación, donde hay que buscar los medios  para lograr entrar en la sintonía de la realidad, viendo el sentido de cultura que parte del respeto de toda labor que cada individuo realiza, desde el estar en un cargo administrativo hasta aquel que colabora en la limpieza. En consecuencia, si se llega cultivar dichos valores de reciprocidad e interdependencia se puede atender a las necesidades prioritarias.

En lo que se refiere a la organización sindical, que desde que surge en la historia ha tenido la finalidad de ayudar a las luchas de los derechos laborales de los campesinos; y también han surgido con el móvil de ayuda colectiva, aunque su aporte no ha sido de acuerdo a estos valores que se han mencionado, sino que se percibe que el mayor beneficio lo reciben los que dirigen el sindicato, desde dentro, de modo que no se manifiestan de forma evidente en la praxis social. Aun con sindicatos las instituciones y empresas mantienen “el status quo” en lo referente a lo económico, en pocas palabras, cada vez hay menos acceso a los bienes extremadamente necesarios como la alimentación, vivienda, salud y tampoco para poder subir de posición social, en la calidad de la educación y para la formación de la conciencia crítica que fomente la igualdad entre las personas.

Pérez dice que “los rasgos generales de la estructura generada por el desarrollo agroexportador se pueden enumerar: 1) el predominio y gran concentración del poder de los terratenientes; 2) tendencia a la expropiación del campesinado indígena, imponiendo un ordenamiento de la propiedad territorial que las masa rurales jamás aceptaron como legítimas; 3) una elevado dosis de violencia; 4) fuertes polarización de las clases, con debilidad estructural en los sectores medios emergentes[2].”

Por lo visto, la dicotomía terratenientes-campesinado sostiene la desigualdad que favorece a quienes tiene los medios de producción. No obstante, también se mantiene una tensión constante que busca una sociedad integrada y fraterna que no encuentra la forma para que esto se lleve  a cabo.




[1] Pérez,  H. (2010) Breve historia de Centroamérica. Madrid: Editorial Alianza. pg. 124
[2] Ibid. Pg. 139

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