miércoles, 21 de agosto de 2013

Des-civilizar (antivalores) el Siglo XXI

De los antivalores sociales, a los valores Mayas

Junlajuj Tz’i

Este nuestro tiempo, siglo XXI, está marcado por grandes avances en la ciencia y la tecnología. Estos avances han traído consigo un mejor desarrollo de la vida (mejores condiciones, más facilidades). Las distancias no son un problema ahora y la tecnología es cada día más sorprendente y sofisticada. Es también un tiempo de muchos avances en la medicina, la cura para enfermedades que antes se creían incurables, el manejo de las células, entre muchas actividades técnico-científicas que van proporcionando al ser humano condiciones de vida cada vez mejores.

En la otra cara de la moneda, podemos identificar aspectos que no suenan tan alentadores en este “progreso”. Esta sociedad desarrollada va marcando una individualidad extremista, así mismo, relaciones meramente utilitaristas en las cuales las personas pasan a ser simples medios. Podemos hablar de la globalización, por ejemplo, que marca el comienzo de una sociedad en donde el individuo vale por lo que tiene o hace y no por lo que es. Todo este movimiento está dejando también sociedades cada vez más homogéneas,  en donde los valores particulares y  culturales dejan de ser, y dan paso a la moda, entre muchas otras cosas que van enterrando más y más hondo las raíces, la esencia de cada pueblo, de cada región.

El ser humano ha pasado a un segundo plano, la vida ya no es un obstáculo, mueren millares de personas cada día, otras tantas son explotadas y están sumergidas en la más escalofriante miseria. También está el problema de la naturaleza, la cual es vista como un simple medio que está sometida a nuestro dominio, así que a hacer con ella lo que queramos.

En este contexto hay una paradoja que me resulta muy interesante y que es mi intención plantear.  Desde los tiempos de la colonización, hasta la ignorancia del pleno siglo XXI, existe un problema latente en nuestros pueblos de manera particular, problema que radica en nuestra realidad originaria, nativa, en nuestra identidad indígena.

Yo creo que la civilización ha proporcionado grandes beneficios a la humanidad, pero también esto ha implicado pagar un precio. Este pago radica primordialmente en la perdida de nuestras raíces y peor aún en la renuncia voluntaria a ellas, en vista de “bienes mejores”.

La civilización Maya posee una amplitud impresionante y bella, en lo que al “buen vivir” se refiere. Su cosmovisión plantea una integridad de todo el cosmos, la relación estrecha entre cada uno de los elementos y de los seres vivos, la corresponsabilidad por el bien del otro, el respeto, entre otras muchas riquezas. Poseen un amplio abanico de valores que fomentan la unidad y el mutuo desarrollo, sin ser obstáculo el uno del otro, contrariamente, siendo palanca de impulso. Rescatan también de manera especial lo sagrado de cada ser, la belleza que cada uno simboliza, rescatan claramente la dignidad del ser humano, y no solo del ser humano, sino de todo lo que posee vida, de cada uno de los elementos que integran el cosmos, del cual hay que mantener y respetar su equilibrio. La filosofía maya como tal, es claramente una filosofía de la vida, una filosofía práctica que sintetiza el desarrollo y plenificación de cada individuo en la vivencia fraterna, comunitaria.

Ahora bien, la civilización no es mi intención plantarla como algo negativo, pero creo que necesita ser aplicad desde otros objetivos, desde otra visión y esto específicamente para nosotros. Es aquí donde radica mi inquietud y está el porqué de mi tema; no es abstenerse a la civilización, al progreso, se trata de no dejar que esto, que es de beneficio nuestro, nos robe nuestra identidad, lo que somos, lo que soñamos como comunidad.

¿Cuántos de estos valores mayas vivimos hoy? O mejor decir ¿Qué reducido grupo los practica?, no digo que no existen comunidades enteras que aún buscan sostener este equilibrio, esta forma de vida, pero la mayor parte de la población hemos olvidado, por vergüenza o por ignorancia, estos elementos de convivencia, del buen vivir, y no obviaremos que parte de esta renuncia a los orígenes radica en el sufrimiento de muchos años y que como mecanismo de defensa se llega a este desconocimiento, pero inclusive esta realidad necesita de un replanteamiento liberador y que genere cambio.

Nuestra realidad sociocultural está marcada por antivalores arraigados profundamente en las bases de nuestros países, y aunque pareciera una utopía o tal vez lo sea, la filosofía Maya simboliza, desde mi perspectiva, un horizonte de cambio, de retroalimentación de nuestros pueblos, de una civilización que promueva el desarrollo, pero también el bien común y los valores, es por eso que pienso en una sana Des-civilización (antivalores) del siglo XXI, como proceso de cambio, en los cuales no se sataniza la civilización actual, sino que busca regenerarse.


Des-civilización entendida no como la acción de barbarizar, de crear una sociedad de incivilizados, sino como el proceso de negación de los antivalores de la civilización actual, para una aplicación de los valores mayas.

1 comentario:

  1. En lo personal me parece una publicación enriquecedora, por la manera de analizar la realidad sociocultural y económica que se vive hoy. Más aun lo central es el planteamiento de la filosofía Maya, que está marcada por las tesis discutidas en clases. Retomo el siguiente fragmento: “La civilización Maya posee una amplitud impresionante y bella, en lo que al ‘buen vivir’ se refiere”. Apoyo este afirmación, porque presentar el buen vivir va más allá de una ideología, es plenitud de vida. Al final solo recomendarte seguir profundizando en el tema y fortalecerlo con aspectos concretos de la des-colonización de nuestro tiempo. Por allí asumir un pensamiento maya concreto e iluminar algún contraste de la realidad capitalista.

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