lunes, 26 de julio de 2010

EL DINAMISMO COMO MODO DE ESTAR EN EL MUNDO

(Extracto realizado por Manuel Mazón)

Vamos a entrar en dos problemas radicales del dinamismo. La primera cuestión que hemos de afrontar es cómo el dinamismo es un momento estructural de las cosas; es el momento por el cual las cosas están en el mundo. El dinamismo es la manera de estar las cosas en el mundo. Tenemos que ver, pues, cuál es la forma del dinamismo en tanto que dinamismo, o sea, la forma cómo la realidad está en el mundo. La segunda cuestión que abordaremos será la del problema general de la realidad como dinámica.
1.1 La forma general del dinamismo como forma de estar en el mundo:
La manera de estar en el mundo no es la de una taxis de sustancias que están ahí, y que, en un segundo momento están ordenadas, como sostenía Aristóteles. La manera de estar en el mundo de las cosas es dinámica. Puesto que el dinamismo es la forma radical como las cosas están en el mundo, ¿en qué consiste entonces la unidad intrínseca entre el dinamismo y la forma misma de realidad en tanto que realidad? ¿Cuál es la forma del dinamismo en tanto que dinamismo?
La realidad es siempre emergente en virtud del dinamismo. Las cosas emergen, pero lo hacen en su momento, en su tiempo. Por tanto, la forma general del dinamismo es el tiempo. “Las cosas emergen ahora, en un ahora, un antes, un después. Justamente, el tiempo se nos presenta en una forma... el tiempo es la forma general del dinamismo” .
El tiempo es lo que responde a la pregunta cuándo. Al igual que toda realidad está en alguna parte, está en un donde; también toda realidad emerge y es emergente en un cuando. Ello no significa que haya un gran paralelismo entre ambas cosas, pues su estructura es formalmente muy diversa. Veamos entonces ¿qué es el tiempo?
1.2 Descripción del tiempo:
El tiempo posee estructuras diversas. ¿Cuáles son estas estructuras?
1.2.1 La estructura topológica del tiempo:
En primer lugar, nos encontramos con la estructura topológica. Zubiri emplea este vocablo espacial para hacer constar que hay una conexión de los momentos del tiempo entre sí. El tiempo posee, por lo menos, tres estructuras topológicas.
A) La continuidad del tiempo, que presenta las siguientes características:
1. La continuidad del tiempo: el tiempo es una especie de línea que dura, es una duración. Esta duración tiene partes: un antes, un ahora y un después. Estas partes del tiempo no se parecen a las del espacio, pues, en un análisis infinitesimal, la última parte del espacio, el punto, no es espacial, aunque sí espacioso. En cambio, cualquier parte del tiempo es siempre tiempo. Las partes del tiempo están vinculadas, unidas entre sí. Es decir, el tiempo sí tiene una continuidad propiamente dicha. “El tiempo se nos presenta como una línea continua de ahoras” . El tiempo es una duración en tres partes que están en continuidad.
2. Esta línea continua se nos presenta como indefinida: el continuo temporal se nos presenta como abierto hacia la derecha y hacia la izquierda. Si se toma en su inmediatez, por lo menos usual, el tiempo no es un conjunto acotado. En cambio, “en rigor, el tiempo como fenómeno no es ni abierto ni acotado, sino que hace posible ambas interpretaciones, precisamente porque ambas son interpretaciones” . El tiempo abierto es un tiempo conceptuado, lo mismo sucede con el tiempo acotado.
3. La línea temporal es indefinida; sus momentos no constituyen un conjunto acotado, pero la apertura puede ser de distinto tipo. Podemos encontrarnos con la apertura de una línea que nunca vuelve sobre sí misma, es decir, la línea que se prolonga indefinidamente hacia derecha e izquierda, sin cortarse a sí misma. Es el tiempo rectilíneo, un tiempo irrepetible tanto si miramos hacia el pasado como si miramos hacia el futuro. En cambio, tanto en Oriente como en Grecia, se interpretó el tiempo como una línea de carácter cíclico. El tiempo sería infinito en el sentido de que no comienza ni termina, pero sería periódicamente repetible. Esto se expresa en la idea del eterno retorno. Por otro lado, los hebreos utilizaron el término ‘olam que significa la duración indefinida que desde la noche de los tiempos del pasado avanza hacia el insondable porvenir del futuro. Abarca tanto a los fenómenos naturales, como, sobre todo, el curso de la historia. Por eso ha servido para designar a Dios como ser que no tiene ni principio ni fin. El tiempo indefinido ha sido la manera de pensar la eternidad de Dios.
B) La ordenación del tiempo: las partes del continuo temporal están ordenadas. ¿Qué significa “orden”? Significa que dados dos elementos cualesquiera de un conjunto hay siempre un criterio unívoco para discernir cuál es anterior y cuál es posterior. El concepto de antes y de después es la versión temporal del concepto de anterior y de posterior de orden. “El continuo temporal está ordenado en tanto que continuo, y está ordenado según un antes y un después en cuanto temporal” .
C) En esta ordenación, en cada momento, sólo existe una de las partes: el Presente. El pasado ya ha dejado de existir, el futuro no existe todavía. Sólo existe una parte: el presente. Por tanto, nos hallamos ante un continuo fluente, pues esta ordenación es tal que anterioridad y posterioridad significa que lo uno deja de ser lo que es para ser lo otro. Esta ordenación es una fluencia, lo que no significa que forzosamente sea un cambio.
En resumen, la estructura topológica del tiempo está compuesta por estos tres momentos: continuidad, ordenación y fluencia.
1.2.2 La direccionalidad del tiempo:
El tiempo también posee otras estructuras que no son topológicas. Por lo pronto, posee direccionalidad. Por su propia índole, la línea temporal tiene una dirección absolutamente determinada y que es única: va del pasado hacia el futuro de forma irreversible. El continuo temporal está ordenado de una sola manera: “el orden del antes y después está necesariamente determinado por la índole misma de la línea temporal. Y este orden es el que define la dirección de dicha línea temporal” .
La dirección de los momentos temporales es absolutamente única, es fija. No se pueden ordenar los momentos de otra forma. El tiempo va de un modo inexorable desde un antes hacia un después, y no se puede modificar este orden. Esta dirección es irreversible, lo que ha sido un antes nunca podrá ser un después. Esta irreversibilidad, en cierto sentido, se funda en la segunda ley de la termodininámica: “la capacidad de trabajo de un sistema cerrado va decreciendo precisamente porque la transformación del trabajo en calor es parcialmente irreversible” . La entropía es la medida de esta irreversibilidad. En su virtud queda definida la dirección temporal de los fenómenos físicos. No obstante, esto no es esencial para nuestro tema, porque la irreversibilidad en el sentido de la entropía presupone la irreversibilidad temporal en cuanto tal. Aunque se pudiera disponer de la misma energía, el orden de las partes del tiempo seguiría siendo irreversible.
1.2.3 Estructura métrica del tiempo:
El tiempo posee estructuras métricas: se trata del cuánto, el número que lo mide. Para ello es necesario una unidad de medida: se ha tomado siempre como tal un cierto movimiento periódico, y con ese movimiento periódico se ha mensurado la duración.
Entre dos momentos del tiempo siempre puede definirse lo que llamamos distancia temporal o intervalo. Es lo que en términos generales se puede llamar cronometría. El continuo temporal, por su propia índole, es siempre metrizable (a diferencia del espacio topológico ). No obstante, aunque el tiempo sea medible, esto no quiere decir que la medida de la distancia temporal entre dos momentos suyos sea la propiedad primera y radical de la línea temporal. Primaria y fundamentalmente el tiempo tiene una modulación cualitativa muy anterior a toda métrica. La sucesión de los momentos es, en primer lugar, cualitativa: cuando anochezca, cuando las estrellas brillen... son expresiones que manifiestan esta sucesión cualitativa de ahoras. El tiempo no es tanto una línea recta como una curva cualitativamente estructurada en forma tal, que por lo menos localmente los ahoras quedan fijados los unos respecto de los otros, según esta modulación. La métrica se funda sobre esta estructura cualitativa. En consecuencia, toda crono-metría se funda en una crono-logía.
La cronología es una topología, una colocación de las cosas en el tiempo. Posee una afinidad y una dirección irreversible y continua del pasado, a través del presente hacia el futuro.
Zubiri al hablar de métrica temporal se refiere únicamente a la condición del tiempo: el tiempo es medible; otra cosa es que dependa del espacio y del movimiento o de la masa. El tiempo es medible, y su métrica puede ser definida de infinitas maneras. Es una dimensión que, junto con las tres dimensiones espaciales, constituye una cuarta dimensión del Mundo.
En resumen, “el tiempo tiene un conjunto de ahoras dispuestos según tres tipos de caracteres. El tiempo tiene continuidad, este continuo lo concebimos naturalmente como abierto, como una línea infinita sin carácter cíclico, pero ordenada. En este continuo la línea del tiempo tiene una dirección fija: es un irrepetible e irreversible ir desde un antes hacia un después. Finalmente, esta línea así dirigida posee, por su propia índole, caracteres metrizables” . Una vez que hemos hecho una descripción puramente descriptiva del tiempo, debemos ver qué es el tiempo rigurosamente hablando.
1.2.4 La esencia del tiempo:
El fenómeno fundamental para entender el tiempo no es el cambio ni la fluencia, sino algo más elemental y universal: el dar de sí. El problema del tiempo se inscribe en el dinamismo del dar de sí. El dar de sí no es ni una fluencia ni un cambio, sino “el dinamismo como carácter de la realidad activa por sí misma” .
El tiempo es un momento estructural del dar de sí que compete a una realidad en su respectividad con otras. No es una especie de gran línea dinámica en la que están las cosas, sino que resulta, que al igual que la realidad es espaciosa, también es temporal. El tiempo es una temporalidad como una respectividad: es el tiempo de unas cosas respecto de otras.
Como el mundo es la respectividad de lo real en tanto que real y el tiempo es una respectividad, resulta que el tiempo afecta constitutivamente al dar de sí en su momento de respectividad, es decir, al dar de sí en el mundo y a las cosas en cuanto que están en el mundo. El tiempo, por tanto, no es formalmente un dar de sí, ni es tampoco simplemente un fluir; sino que, desde un punto de vista meramente respectivo, está en el fluir y en el dar de sí. Pero no consiste en ninguno de los dos, sino en estar fluyendo y en estar dando de sí. Tenemos que ver, pues, qué es ese estar y en qué consiste el fluir o el dar de sí en el que se está.
El estar es una actualidad de lo real. Aquí se trata de un estar en respectividad, en la respectividad de unas cosas respecto de otras. Este estar es la actualidad de las cosas en el mundo, o sea, lo que Zubiri ha llamado ser. “El ser no es la realidad, sino la actualidad de lo real en la respectividad, en el mundo” . La realidad tiene ser en la medida en que es actual en la respectividad. El ser tiene un cierto carácter activo, en el sentido de una reactualización de la realidad de una cosa en la respectividad que constituye el mundo en cuanto tal.
El tiempo no es algo en que se está, porque estar sólo se está en el Mundo. Este estar en el Mundo es lo que formalmente constituye el ser. El tiempo no es un modo de realidad, sino de algo ulterior a ella. Lo primeramente ulterior a la realidad es el ser, su actualidad en la respectividad misma. El tiempo se funda mediatamente en la acción, ya que inmediatamente se funda en el ser y el ser se funda inmediatamente en la realidad, en la acción. El tiempo se funda en el ser y no el ser en el tiempo; es, por tanto, el modo de ser de la realidad. El tiempo es un modo de ser –más propiamente que un modo “del” ser, puesto que el ser no tiene sustantividad alguna-.
Por tanto, ser y tiempo no son formalmente idénticos, aunque poseen una unidad intrínseca de carácter perfectamente definido. Esta unidad la expresa el concepto de modo: “el carácter formal de la unidad de tiempo y ser” .
¿Cuál es la diferencia entre ser y tiempo? Esta diferencia ya viene dada en el sentido mismo del verbo ser. Ser es el infinitivo del indicativo es; y este indicativo tiene un doble sentido. Por un lado significa que la realidad de la que digo que “es” tiene actualidad en el Mundo. Se trata de un presente sin ninguna connotación temporal (“Esto es una mesa”). A este presente Zubiri lo llama presente de actualidad. En su virtud el infinitivo ser significa la actualidad de la realidad entera de algo en el Mundo. Este es el sentido primero y radical porque designa al ser por oposición a la acción real en cuanto tal.
En segundo lugar, el presente es posee otra significación distinta por la que se contrapone al fue y al será. En este caso el es es formalmente temporal. Ahora el infinitivo ser significa la unidad del es, fue, será. Es el ser en el sentido de tiempo. “Ser es la actualidad de lo real en el Mundo; tiempo es la unidad del es, fue, será” . No es casualidad que este carácter temporal también se llame ser, porque los tres momentos del es, fue, será no son momentos de transcurrencia, sino algo unitario; son en su unidad el ser como algo flexivo. El tiempo es, por tanto, el ser en su carácter flexivo.
¿Qué es el tiempo como carácter preciso del ser? Fue, es, será no son tres momentos transcurrentes. El fue no es un ya no es; ni el será un aún no es; sino todo lo contrario: el es envuelve formalmente el fue y el será. Entre los tres momentos hay una intrínseca unidad de pertenencia actual y de carácter formal. El ser es a una es y fue y será. Por ello esta unidad no es una transcurrencia sino una flexividad. Los tres momentos se incluyen intrínsecamente. En su unidad, los tres momentos constituyen la flexividad formal del ser mismo.
Tenemos, por tanto, dos presentes distintos: por un lado el presente de actualidad, el estar en el Mundo; por otro, un presente temporal. Pero, son interdependientes. Como presente de actualidad, el es significa un siendo, y, como presente temporal, el es en su diferencia del fue y del será ha de entenderse desde el siendo, y no al revés como si siendo fuera un proceso que transcurre en los tres momentos del tiempo.
El presente de actualidad gerundial siendo es un acto ulterior de lo real. Es un acto unitario y único, que envuelve dos momentos: el momento de actualidad y el momento de ulterioridad. Es un acto de estar en el mundo, pero ulterior. Su ulterioridad no es ni cronológica ni causal, sino en el orden de la fundamentación: ser es una actualidad que se funda en lo real en cuanto real, es, por tanto, una actualidad física.
El siendo, por ser una actualidad ulterior, es un es que ya es; el ya expresa el es como un sido en y de sí mismo. No es ya como haber llegado a ser, sino el siendo como precipitado de sí mismo. Y por serlo es un fue, pero no como pasado sino como carácter del es mismo. Por otro lado, el siendo es en su ulterioridad un aún, es un a ser en y desde sí mismo; pero no como futuro sino como carácter del es mismo. Por tanto, siendo, en cuanto acto ulterior, es intrínsecamente un es-ya-aún; es decir, es, fue, será expresan, no un transcurso, sino el carácter mismo del ser como actualidad gerundial ulterior. No son tres partes de un transcurso, sino tres facies o inflexiones de la ulterioridad de un simplicísimo presente gerundial.
Estas tres facies no están yuxtapuestas en el siendo, sino que cada término envuelve intrínseca y formalmente los otros dos. No son las fases de una continuidad cronológica, sino la textura misma de la ulterioridad metafísica del ser respecto de la realidad. “El tiempo radical no está en la línea del pasado, presente, futuro, sino en una dimensión en cierta manera ortogonal a esta línea: en la dimensión de la ulterioridad gerundial” . Cada término implica en sí mismo y desde sí mismo los otros dos; su unidad es estrictamente formal y es la que constituye la flexividad del ser.
El ser es flexivo en su propio carácter. Los tres términos pertenecen al ser, pero, además, en su distinción son una sola y misma actualidad en la que cada uno de los términos implica formalmente los otros dos. Esto es lo que expresa el presente temporal.
En resumen, hemos distinguido los dos aspectos del siendo, su efectividad y su ulterioridad; pero, ahora tenemos que ver en qué consiste su unidad. Se trata del problema de la unidad de tiempo y ser. El tiempo pertenece al ser, pues es su ulterioridad; es modo del ser, no se trata de que sea una propiedad suya, porque toda propiedad es algo por sí mismo y emerge de aquello de lo que es propiedad. El tiempo, como flexividad, es la ulterioridad del ser, un carácter del ser. La unidad de tiempo y ser es modal, pues el tiempo es el modo de ser. Es la textura misma del ser en su ulterioridad. El tiempo es carácter constitutivo del ser.
El ser, es decir, el siendo consiste en que lo que es real, por serlo, está en el Mundo. Esta actualidad del siendo tiene dos caracteres que no son independientes, la efectividad y la ulterioridad: la ulterioridad pertenece formalmente a la efectividad. La unidad del ya, es, aún consiste en que los tres son formalmente una sola y misma actualidad: la actualidad flexiva de la ulterioridad. Sólo según esta actualidad hay un siendo efectivo. Por tanto, la actualidad del tiempo es la misma que la actualidad efectiva del siendo. El tiempo es la textura del ser. Los tres términos del tiempo son una misma actualidad temporal y son una misma actualidad que la efectividad. El ser y el tiempo se distinguen, pero sólo modal e inadecuadamente. La ulterioridad es la textura de la efectividad; el tiempo es la textura del ser mismo como actualidad. El presente temporal denota la textura de lo denotado en el presente gerundial o de actualidad.
El tiempo no es, por consiguiente, una determinación añadida al ser, no es una modificación del ser, sino su textura misma. Es modo constitutivo de ser. El ser no es anterior al tiempo ni admite modos texturales diversos. El ser es texturalmente un ya, es, aún.
La ulterioridad es un carácter constitutivo del ser en cuanto tal. Y la actualidad de esta ulterioridad es la unidad flexiva del ya, es, aún. Esta unidad no es transcurrente, sino formal, modal: cada término es lo que es en unidad formal con los otros dos. Para ver claramente esta unidad, podemos acudir a la transcurrencia. En ella, la cosa real tiene un ser, es actual en el Mundo, mientras va transcurriendo. Este mientras es un carácter que afecta al transcurso globalmente considerado. Envuelve una especie de manencia en una respectividad y una manencia de carácter gerundial. El mientras está, por consiguiente, constituido por estos tres momentos de manencia, respectividad y gerundialidad; y por ello afecta a cada uno de los momentos del transcurso.
Si neutralizamos el carácter transcurrente del proceso, nos quedamos con la simple unidad de un es que es ya aún. Esta unida es lo que formal y originariamente constituye el mientras. No es el mientras de la transcurrencia, sino que la transcurrencia es tan sólo una estructura del mientras. El mientras es el modo mismo del ser como modo flexivo del ya, es, aún. El tiempo, modalmente considerado, es esencial y constitutivamente un mientras. El mientras es la textura misma del ser.
El ser en cuanto tal es de carácter temporal. Al ser la actualidad de lo real en el Mundo, es una actualidad formalmente gerundial, es un estar siendo, pues todo lo real intramundano es constitutivamente accional. La gerundialidad es formalmente ulterior, o sea, es formalmente temporal, porque el tiempo es la textura misma de la ulterioridad gerundial. Por tanto, el ser en cuanto tal es formalmente temporal. El mientras es intrínseco y formal al ser. Tanto el ser como el tiempo penden estructuralmente de la índole de la realidad. El mientras mismo es aquello en que el ser formalmente consiste, la unidad intrínseca y formal del ya, es, aún.
El ser del dar de sí es el dinamismo del dar de sí. Y el tiempo está en ese ser del dar de sí; es un estar dando de sí. Por tanto, el tiempo no está coordinado al espacio, es algo distinto del espacio, pues es la actualidad de todas las cosas, de su dar de sí en el mundo. El tiempo, como hemos dicho, es un modo de ser, que trasciende el espacio porque es una pura actualización del dar de sí en el mundo. El tiempo es el estar efectivamente dando de sí y en fluencia. El ser no se funda en el tiempo, sino que, al revés, es el tiempo el que se funda en el ser, pues es un modo de ser.
Para explicar la relación entre el tiempo y el dinamismo Zubiri retoma el clarificador ejemplo que utilizaba para mostrar la relación entre el ser y la realidad: “Si por luz se entiende la claridad que un foco cualquiera derrama a su alrededor, y llamamos ser entonces a la actualidad de las cosas en esa luz, entonces hay que decir que eso pende de la realidad, pende de que hay una luminaria. Podrá ser que la propia claridad me sirva de un modo, por lo menos conceptual, para retroactivamente poder ver el brillo en la claridad que derrama en su entorno, cosa artificiosa y últimamente falsa. Pero si no hubiese una cosa brillante en sí misma, no habría claridad. Si no hubiese una realidad no habría ser. Pues bien, el tiempo es respecto del dinamismo lo que es la luz respecto de la luminaria.” El tiempo es, por tanto, la actualidad del ser: el estar en la luz de algo que acontece como momento dinámico de la realidad –la luminaria-. El tiempo es el ser del dinamismo.
La cuestión que se nos plantea ahora es la siguiente: ¿cuál es el modo de estar y de ser para que haya tiempo? El tiempo no es el ser fluente, sino el ser gerundial, el estar dando de sí. Es el estar fluyendo. El carácter del tiempo está en el gerundio, no en el fluir o en el dar de sí. La actualidad del tiempo es la actualidad gerundial –tomando gerundial en el sentido vulgar-. El tiempo es gerundividad, es estar dando.
El tiempo no es ni el antes, ni el ahora, ni el después; sino la unidad de los tres momentos. No se trata de una unidad procesual. El proceso no es lo que constituye el tiempo, sino que el tiempo es uno de sus momentos. Se trata de una unidad gerundiva, su esencia no está ni en el antes, ni en el ahora, ni en el después, sino en el siempre (aeí). Ninguna realidad, aunque sea fluente, merece llamarse tiempo si no está en un segmento limitado del ser en el que está justamente cambiando. El cambio posee una cierta estabilidad cambiante en el ser, una mora in esse. A esta estabilidad la llama Zubiri ser siempre, respecto de los tres momentos de lo que es estable. “La unidad del tiempo no es la unidad sintética del pasado, presente y futuro, sino la unidad de estabilidad de esos tres momentos, la demora en el ser del estar dando de sí” ; a eso llama Zubiri siempre. La esencia del tiempo consiste en esta demora en el ser, a este ser siempre. No es que siempre haya tiempo, sino que mientras la realidad está dando de sí, está siempre pasando, siempre viniendo (futuro) y siempre moviéndose en el presente. La esencia del tiempo está en el siempre del carácter gerundivo.
1.2.5 Los modos de tiempo:
El tiempo es un siempre estar dando de sí, es el ser gerundivo y como el tiempo no es independiente sino que es un momento estructural del dinamismo, tenemos que ver los distintos modos de tiempo, es decir, los modos de ser, los modos de la actualidad de las cosas en el mundo.
a) Toda realidad tiene una cierta estabilidad, aunque sea mínima. Si no, no existiría ni el tiempo. Algo que es estable posee una cierta consistencia interna, una solidez, una dureza. La actualidad de la dureza de algo es la duración. Un modo de tiempo es la duración.
b) La realidad también puede sobrenadar en el cambio. Su actualidad en el mundo es la perduración, “perdura y persiste por bajo de los cambios que van ocurriendo en el mundo” .
c) La tercera forma de temporeidad es la duración fluente. Es uno de los modos del tiempo.
d) Por último tenemos la duración en el esfuerzo, la duración en repliegue para ser sí mismo.
1.2.6 La unidad del tiempo:
Una vez vistos los modos del tiempo, tenemos que ver si éste posee alguna unidad. Por lo pronto, debemos decir que el tiempo, radicalmente considerado, tiene un carácter diverso. Cada dinamismo tiene su tiempo propio como modo de actualidad en el mundo, como su modo de estar dando de sí. Así, cada cosa emerge en su tiempo. Cada realidad tiene su modo propio de tiempo.
No obstante, el tiempo posee una unidad real. La unidad del tiempo no es conceptual ni intuitiva, sino real; puesto que el tiempo afecta a la realidad misma de las cosas, es un momento estructural suyo. Todos los dinamismos de las cosas reales son un solo dinamismo: el dinamismo de la realidad. El dinamismo es dinamismo en una respectividad; en esta respectividad es activa por sí misma la realidad. Justamente esta respectividad es lo que hemos llamado mundo. Por tanto, la unidad del tiempo es la actualidad de unidad dinámica respectiva de la realidad en cuanto tal, en el mundo. “La unidad del tiempo radica en que éste es el modo del ser, es decir, de la actualidad de todo lo real intramundano en la unidad de respectividad de lo real en tanto que real, de la actualidad ulterior de lo real en el Mundo” . La unidad del tiempo radica en que es el modo de ser, el modo de la actualidad de lo real en respectividad.


1.2.7 ¿Cómo se está en el tiempo?
Se puede estar en el tiempo de muchas formas distintas, del mismo modo que se puede estar en el espacio de maneras distintas. Zubiri distingue, por lo menos, tres formas:
a) Dando de sí pero en el otro: en este dar de sí no le acontece nada a aquél que da de sí, sino que le acontece a aquél en quien está dando de sí, y en quien deviene. El “devenir en otro” es un estar dando de sí en otro, es un modo de estar en el tiempo que, de alguna manera, está constituyendo el tiempo. Por ejemplo: el amor.
b) Dando de sí y fluyendo: fluyendo justamente en sí mismo. Es una especie de ocupación del tiempo. El tiempo afecta a la realidad intrínseca que fluye.
c) Contar con el tiempo: se toma el tiempo como una estructura sinóptica y no como una estructura fluente. El tiempo ahora es aquello con que el hombre cuenta en su vida. Esta estructura sinóptica no es independiente de la fluencia; y en la unidad entre la fluencia y el contar con el tiempo estriba la inexorable raíz y la estructura formal del proyecto. “El hombre proyecta porque siendo una realidad fluente está contando con la totalidad del tiempo” .
Esta fluencia es la que hace que el hombre tenga inexorablemente que proyectar, que tenga el tiempo de la proyectividad. El hombre posee una inteligencia en la que su fluir tiene dos dimensiones distintas: por un lado, como acto psíquico, está sometida a un fluir; pero, al mismo tiempo, la inteligencia ve su propia realidad fluente y cuenta con la realidad entera en cuanto tal y se abre a la totalidad del campo de lo real en su carácter fluente. Es el tiempo sinóptico. Por ser inteligencia sentiente, el hombre tiene esta unidad entre el tiempo como fluencia y el tiempo sinóptico como proyectividad.

El tiempo humano es el tiempo como posibilidad propia del hombre y de su vida en cuanto tal. El hombre puede modelar su vida contando con el carácter sinóptico del tiempo de modos muy distintos: puede forjar proyectos, dar tiempo al tiempo, hacer tiempo, pasar el tiempo, perder el tiempo, recuperar el tiempo... Todo esto es posible gracias a la unidad intrínseca y radical entre el tiempo como fluencia y la aprehensión sinóptica del tiempo. En estos fenómenos subyace el tiempo como posibilidad y como poder. El poder del tiempo es para la plenificación de uno mismo: eso es justamente estar dando de sí. El poder del tiempo remite a la realidad como un dar de sí, como un dinamismo que da de sí. El tiempo es la plenificación entitativa de la realidad. ¿Cuál es la unidad interna entre la estructura misma de la realidad y su momento dinámico? Eso es lo que vamos a ver a continuación.
================

EL DINAMISMO DE LA VARIACIÓN:
1. INTRODUCCIÓN:
Hasta ahora hemos visto los distintos dinamismos que se apoyan sobre el dinamismo de la alteración. La realidad va dando de sí dinamismos cada vez más complejos, que son un mayor dar de sí, hasta alcanzar el dinamismo del animal de realidades. La realidad ha ido dando de sí hasta que revierte sobre sí misma, sobre su carácter de realidad en el hombre. La inteligencia sentiente es la culminación del dar de sí de la realidad.
Hemos visto dinamismos que afectan a las notas esenciales de las estructuras sustantivas. Pero estos dinamismos se apoyan sobre un dinamismo que es más sencillo, que es un menor dar de sí, aunque supone un mayor cambio: el dinamismo de la variación. Este dinamismo afecta, no a las notas constitutivas de la sustantividad, sino a las adventicias.
En toda sustantividad encontramos distintos tipos de notas; unas son constitutivas, otras constitucionales, y, por último, tenemos las adventicias. Éstas proceden de la respectividad extrínseca en que se halla cada una de las sustantividades. La filosofía clásica ha considerado que las notas adventicias eran in-herentes a un sujeto. Ya hemos visto que Zubiri no acepta que la dimensión última de la realidad sea ser sujeto, sino sustantividad: “sistema de notas suficientes en el orden de la constitución” . Por eso, nuestro filósofo no considera que las notas sean inherentes, ya que la res a la que serían inherentes no es un subjectum, sino adherentes –en el sentido etimológico de ad-haerere-. El constitutivo formal de estas notas está en el “ad”, no en el “in”; es, pues, un ad-esse y no un in-esse. De alguna manera están adheridas al sistema. Por consiguiente, las notas fundadas no son accidentes inherentes, sino notas adherentes, donde “el prefijo “ad” tiene el sentido preciso de “en dirección hacia”” .
Estas notas adventicias por sí mismas no son res, pero sí pertenecen a la res puesto que la esencia ejerce respecto de ellas una función transcendental, por la cual cobran adherencialmente el carácter de res. La esencia reifica las notas adventicias y, a su vez, estas notas “determinan reificantemente la res que es precisamente la esencia o la realidad sustantiva” . Por tanto, las notas inesenciales determinan ulteriormente a las notas constitutivas; pero no tienen ninguna realidad de suyo, ya que es la esencia la que de suyo posee estas notas inesenciales. Las notas inesenciales determinan talitativamente a la esencia; en cambio, la esencia confiere realidad a aquellas trascendentalmente. “Todo lo inesencial está reificado por la esencia como res; y recíprocamente, toda res reifica cuanto de ella deriva o cuanto a ella adviene” .
Pues bien, la variación es el dar de sí en la sustantividad concerniente a la capacidad de tener distintas notas adherentes. En la variación cambian las notas adherentes, cuya realidad se da en respectividad con otras. Estas notas le vienen a la cosa por su relación con otras realidades, pero eso no evita que este dinamismo sea un dar de sí de las cosas. ¿Cómo puede ser esto?
Zubiri pone el ejemplo del lugar en un cuerpo. Un cuerpo puede estar en un lugar o en otro, no le es esencial estar precisamente en un lugar concreto, pero lo que sí le es esencial es estar en alguno. Aunque la esencia no esté constituida por notas adventicias, sí que prefija el tipo de notas adherentes que puede tener. En este caso la estructura misma del dar de sí es prefijar: “Dar de sí, en este sentido básico y elemental –no puede ser más elemental, pero tampoco más básico- consiste justamente en prefijar aquello que adherentemente puede ser una realidad sustantiva” .
Este dinamismo es el que incluye más cambio, pese a ser el dinamismo que menos da de sí, es decir, el menor dinamismo de la realidad. El cambiar es un dar de sí minimum, es la menor de las causalidades; pero es un dar de sí, puesto que la sustantividad prefigura el campo de notas adventicias que puede poseer.
Por supuesto, en la variación no encontramos ningún tipo de sujeto de ella, puesto que las notas adherenciales son notas de una sustantividad que está en una variación que afecta a la realidad entera. La variación es, por tanto, el dinamismo básico sobre el que se apoya todo devenir. No se trata de que el devenir sea formalmente una variación, ya lo hemos visto, sino que “la variación es la forma básica del dinamismo de todos los dinamismos de la realidad” . Todo dinamismo incluye una variación, aunque no consista formalmente en ello. Tenemos que ver, pues, cuál es el dinamismo de la variación en concreto y cuáles son los tipos de variación que se pueden registrar en la realidad.
Para examinar los distintos tipos de variación que se dan en la realidad, Zubiri recurre a Aristóteles. El filósofo utilizó el término alloíosis, que Zubiri emplea aquí como sinónimo de kínesis, para hacer referencia a tres tipos de movimientos accidentales: la variación de cantidad, la variación de la cualidad y la variación de lugar –movimiento cuantitativo, movimiento cualitativo y movimiento local-. Zubiri percibe tres deficiencias en la concepción aristotélica:
1. Se tiende a identificar el movimiento local con el movimiento mecánico. Pero eso no es cierto; desde el siglo XIX se han descubierto cambios de lugar que son movimientos locales, pero que no son de carácter mecánico: por ejemplo, la propagación de un campo electromagnético.
2. El cambio de lugar es la estructura básica de todo lo que acontece en la realidad, lo que no significa que sea formalmente el único tipo de actividad. Para ilustrar esto Zubiri recurre al ejemplo del crecimiento: éste es algo más que un desplazamiento (se debe a un conjunto de reacciones físico-químicas), pero es claro que también incluye un movimiento local.
3. Aristóteles toma como punto de partida las sustancias que componen el Universo, “como si el movimiento fuese algo que emerge activa o pasivamente del sujeto que se está moviendo” . A este respecto, Zubiri ya ha intentado mostrar cómo todo dinamismo sólo tiene sentido desde la perspectiva de la respectividad: desde una estructura básica y primaria de respectividad del Universo, en la cual las sustantivididades están en respectividad y son activas por sí mismas.
Tenemos que ver a continuación en qué consiste este dinamismo que es radical y elemental.
2. LA RESPECTIVIDAD BÁSICA:
Se trata de la respectividad de las realidades materiales. Todo lo real tiene una referencia a un lugar: “todo lo que es real, está en alguna parte” –lo que será discutible es de qué forma se dará esta referencia espacial-. Por eso, todo dinamismo de la variación se funda primariamente sobre el hecho de que las cosas están en un lugar. La respectividad básica de todo dinamismo de la variación es, pues, la respectividad fundada en el lugar. Sólo en la respectividad, entonces, tiene sentido el dejar de estar siempre en un sitio e ir a otro sitio.
No podemos absolutizar el lugar que ocupan las cosas, puesto que éste es formal y constitutivamente respectivo –respectivo a los lugares de las demás cosas-. Por razón del lugar que ocupan, las cosas están en respectividad, siendo ésta la respectividad básica. Tenemos que ver a continuación cuál es la estructura del espacio como respectividad.
2.1 La estructura del espacio:
Para analizar qué es el espacio, Zubiri parte del lugar, entendido como el lugar que ocupa un cuerpo respectivamente, es decir, relativamente a los demás. Lo que hace el cuerpo es ocupar ese espacio, “donde por ocupación se entiende una especie de correspondencia biunívoca entre los puntos del cuerpo y sus partes y esa especie de periferia externa que llamamos lugar, que se llama justamente su tópos” . Ocupar aquí el espacio es llenarlo. La manera más elemental de estar en un lugar es ocuparlo.

El espacio es esta respectividad que se funda en la ocupación, “es la respectividad de las cosas reales por razón del lugar ocupado por ellas” . Veamos con un poco más de profundidad qué es el espacio.
Por lo pronto es algo que concierne al todo de lo real, a la totalidad de lo real. Por tanto, tratar el problema del espacio filosóficamente implica tomar el todo de lo real desde el punto de vista espacial. Lo primero que descubrimos es que estar ocupando un lugar no es la única manera de entender el espacio; por ejemplo, la inteligencia no ocupa un lugar, aunque sí está “dentro de los límites definitivos que constituyen la periferia del cuerpo humano” . Hay, por tanto, otras formas posibles de estar en el espacio que no son ocuparlo. Pero, lo que es claro para Zubiri es que todo lo real, de alguna manera, está adscrito a alguna dimensión de la espacialidad: “no hay nada que no esté articulado con el espacio, y su articulación es coextensiva a lo real”.
2.2 Evolución histórica de la idea del espacio:
Los griegos consideraban que el espacio era aquello en que están los cuerpos, pensaban que era una única realidad con dos aspectos, uno físico (los cuerpos que están en el espacio) y otro geométrico (el espacio mismo en que están esos cuerpos). Siglos después, Galileo, aunque no enunció el principio de inercia, sí descubrió los hechos: “un cuerpo abandonado a sí mismo o se encuentra en reposo o en movimiento rectilíneo y uniforme” . A partir de él se empieza a considerar que el espacio físico, en lo que tiene de puro espacio, es el espacio geométrico de Euclides en tanto que inercial. El espacio inercial, como espacio físico, pasa a ser una especie de campo geométrico, cuyas estructuras son las responsables de que un cuerpo abandonado a sí mismo siga los movimientos naturales. El espacio adquiere ahora corporeidad: los cuerpos están en el espacio. Este proceso culmina con Newton que considera que el espacio es absoluto, permanece siempre semejante a sí mismo e inmóvil; y que los cuerpos se mueven en el espacio.
Esta concepción del espacio entra en crisis con el avance de la geometría a partir de finales del XVIII. Se descubre que la geometría euclidiana es simplemente una geometría lógicamente posible entre otras varias y que el espacio posee siempre una estructura determinada, donde las distintas geometrías no euclidianas ponen de manifiesto la multiplicidad de posibles estructuras espaciales. Se considera ahora que esta estructura es posiblemente múltiple.
Desde finales del XIX la física presenta tres hechos radicales que han cambiado nuestra visión del espacio físico: la luz, la gravitación y la acción. La constancia de la velocidad de la luz nos ha llevado a ver el espacio y el tiempo como un único continuo espacio-temporal dotado de una métrica no euclidiana sino hiperbólica. Einstein también descubre que el espacio físico tiene una curvatura no nula y que, por tanto, no hay fuerza de gravitación sino que la gravitación es la curvatura no nula del espacio. Con Plank se descubre que la acción (el producto de una fuerza, de una energía, por un tiempo) está cuantificada; estos cuantos de energía nos han llevado a una concepción funcional del espacio. Este espacio que nos presenta la física contemporánea es muy distinto del de la geometría de Euclides. No se trata de un espacio infinito, sino indefinido e ilimitado en su propia finitud. Todo esto ha puesto de manifiesto a los científicos que el espacio físico no tiene ninguna estructura rigurosamente determinada. En esta fase se ha producido la disociación total entre el espacio geométrico y el espacio físico.
En una última fase se destaca que el espacio no posee únicamente propiedades métricas; por tanto, la matemática se desentiende de una definición métrica del espacio. La métrica se funda sobre propiedades mucho más radicales del espacio, que son anteriores a la métrica e independientes de ella –por ejemplo, el teorema descubierto por Nagata, Smirnoff y Bing establece las condiciones necesarias y suficientes para que un espacio topológico sea metrizable-. Entonces tenemos que preguntarnos en qué consiste el espacio en cuanto tal.
2.3 El espacio geométrico:
La estructura del espacio en tanto que espacio es el espacio geométrico. Para ver cuáles son las estructuras espaciales hay que examinar el modo como unos puntos estás puestos respecto de otros. En primer lugar, unos puntos están puestos junto a otros. En segundo lugar, hay una estructura según la cual unos puntos están puestos en dirección hacia otros. Según la tercera estructura unos puntos están puestos a distancia de otros. “Junto a, en dirección hacia y a distancia de son tres tipos de estructura completamente distintos. Cada uno supone el anterior, pero no deriva de él” . La estructura junto a es una conjunción espacial que puede ser o continua o discontinua, o discreta, conexa o inconexa, compacta o no compacta, separable o no, en distintas dimensiones . Esta estructura da lugar a la topología. La definición de los puntos en dirección hacia es la afinidad: “propiedad según la cual en todo punto existe una ley por la que un vector en ese punto se transforma en otro obtenido al desplazar paralelamente puede hacerse de infinitas maneras dentro de un mismo espacio topológico” . La estructura en dirección hacia da lugar al paralelismo. En tercer lugar podemos situar los puntos a distancia de, es decir, definir la distancia entre dos puntos. Tenemos así un espacio métrico; aunque no todos los espacios topológicos sean metrizables. En resumen, la continuidad, el paralelismo y la distancia son las estructuras fundamentales y básicas del espacio.
No obstante, el estudio del espacio nos plantea una serie de dificultades. Por un lado, desde el punto de vista del espacio topológico, el espacio es múltiple: tanto puede tener muchas estructuras posibles como puede haber espacios plurales. Por otro lado, nos encontramos con que muchas de las estructuras del espacio son incompatibles entre sí: no se pueden tener todas a la vez. Todo ello nos plantea la necesidad de preguntarnos en qué consiste la espaciosidad en sí misma.
Ninguna de las estructuras que hemos visto es intuitiva –entendiendo por intuición la percepción sensible-. Tampoco podemos afirmar que el sistema de propiedades de un espacio sea puramente un cuerpo lógico de proposiciones. A su vez, Zubiri tampoco acepta que las estructuras vistas sean una pura creación del geómetra. Aunque tengan un carácter operacional, sus operaciones son productos de las estructuras del espacio. El espacio no tiene todas las posibles estructuras a la vez porque posee un cierto coeficiente de irrealidad. Esta irrealidad es fruto de una irrealización; la inteligencia en la aprehensión de realidad, queda prendida en una especie de ámbito: el momento de realidad tomado en y por sí mismo. Dentro de ese ámbito, lo que las cosas realmente son queda en cierto modo en suspenso, y el hombre adquiere un carácter de suprema libertad con la que puede concebir o pensar o moverse en esa realidad con independencia de lo que las cosas son efectivamente. Se trata de una libertad impuesta por la realidad misma. El contenido dado ha quedado irrealizado, pero se conserva el momento de realidad –el momento físico de realidad-. Pues bien, las matemáticas se encuentran en este ámbito de la irrealidad; por eso no son una creación de realidad, sino realidad en creación. ¿En qué consiste la creación de las matemáticas? En construcción. Las operaciones matemáticas son construcciones; la realidad matemática es una realidad construida. Por eso, la geometría posee su coeficiente de realidad, es realidad en construcción. ¿Qué se entiende aquí por realidad en construcción?
La construcción es junción, afecta formalmente al de en cuanto tal. Es conjunción que constituye el de en la construcción. La construcción es tal cuando es junción según un dentro y fuera. Para que los puntos constituyan espacio han de poseer unidad de conjunción. Esta conjunción debo construirla yo si queremos que se trate de una construcción. Es decir, la unidad no la poseen los puntos por sí mismos, sino que la pongo yo. Pero no se trata de una ficción arbitraria, pues la libre conjunción se realiza según conceptos –que son fruto de una irrealización-. “La acción creadora según un dentro y un fuera, pero a la vez y radicalmente acción creadora según conceptos, eso es la libre construcción matemática” . Por tanto, al ser las cosas matemáticas realidad en construcción, entonces la geometría, incluso la más alejada del Mundo dado, tiene su coeficiente de realidad. Este carácter de realidad que posee el espacio geométrico es lo que Zubiri llama espaciosidad.
Si tomamos juntas todas las estructuras posibles del espacio, entonces cada una y todas juntas pierden el carácter de propiedad real y se quedan con el carácter de posibilidades reales. Esta unidad de cada estructura con todas las demás hace pasar a primer plano el carácter de posibilidad. Lo que las posibilidades constituyen es un todo anclado en un principio real, la espaciosidad. Son así posibilidades reales que están ancladas y emergen de la espaciosidad, que es a su vez algo real y principio de todas ellas.
La espaciosidad no posee estructura, sino que hace posibles las estructuras. Permite que haya espacios de una u otra estructura. Las distintas posibilidades son co-posibles; forman así un todo. A este momento del cum de las posibilidades hay que añadir que la espaciosidad fuerza a que se realice una de ellas. El espacio ha de estar estructurado. Por ello las posibilidades constituyen sistema, ya que una posibilidad no se puede dar sin las otras. Necesariamente se ha de realizar alguna de las posibilidades, por eso, el sistema, en cada una de las posibilidades, es un sistema abierto-a las demás.
El sistema es necesariamente abierto-a, porque se trata de puntos y todo punto, en cuanto punto, está vertido desde sí mismo a otros puntos. Cada punto es tal sólo junto con otros; es una incoación de estructura. A este modo de realidad del punto Zubiri lo llama ex-de. “Todo punto en cuanto tal es algo que desde sí mismo, de, está en ex respecto de los demás... El ex-de es la estructura principal del de del sistema espacial” . Gracias al ex-de hay un fuera y un dentro; es su fundamento y el fundamento de toda posible construcción.
El puro ex-de es el modo de realidad de cada punto en cuanto punto, en cuanto excede o trasciende de él. Se trata de una incoación cuyo resultado puede quedar, en cierto sentido, en suspenso. A esto lo denomina Zubiri ámbito. La espaciosidad es el ámbito de posibles estructuras espaciales, es el principio de estructuración del sistema de puntos. Los espacios son la realización de estructuras posibles plurales y coesenciales en cuanto posibilidades. Estas posibilidades nos son coesencialmente dadas precisamente por el momento mismo de realidad como principio de lo construible. En resumen, “el momento de realidad de las cosas en tanto que principio de posibilidad de construcción, es lo que constituye... la espaciosidad misma desde el punto de vista de la espaciosidad matemática” .
2.4 El espacio físico:
El problema que se plantea ahora es el de en qué consiste el espacio físico que real y efectivamente compone nuestro Cosmos. Este espacio posee un carácter esencialmente métrico; es un espacio métrico y afín y topológico al mismo tiempo. La estructura del espacio físico es métrica y afín; y está determinada por las cosas que existen en ese espacio.
La física y la filosofía clásicas hasta Galileo han sostenido que lo que hay en el espacio son cuerpos más o menos rígidos. Pero hoy en día no se puede sostener que lo hay en el espacio sean primaria y fundamentalmente los cuerpos rígidos. Hay cosas más fundamentales que los cuerpos rígidos para la concepción del espacio físico: la luz (que posee una velocidad constante cualquiera que sea el sistema elegido), la gravitación (que determina la curvatura del espacio) y la acción (que es el producto de la energía por el tiempo y está cuantificada, pero resulta que no se pueden medir simultáneamente con precisión exacta la posición y el impulso de una partícula). Estos tres fenómenos determinan tres espacios: el espacio de la velocidad de la luz (espacio de la relatividad especial), el espacio gravitatorio (espacio de la relatividad general) y el espacio funcional. El problema para la física actual es cómo compatibilizar estos tres espacios. Todo esto nos plantea la siguiente cuestión: ¿Qué es entonces el espacio físico en cuanto tal?
En la física de Galileo, el espacio físico viene definido por un cuerpo abandonado a sí mismo, sin que intervenga ninguna fuerza o acontecimiento sobre él. Zubiri considera que el espacio sólo tiene las propiedades que le imponen las cosas movientes que están en él; “el espacio no es sino una especie de impronta geométrica de los cuerpos o configuraciones dinámicas, para el caso es igual, que se mueven en él” . Las estructuras del espacio se fundan más en el libre movimiento de los cuerpos que en la localización de los mismos. El espacio geométrico al que la física acude no es espacio a priori, sino que depende del comportamiento de las cosas.
El espacio físico depende de la espaciosidad física, que no es idéntica a la espaciosidad del espacio geométrico, ya que en el mundo físico no soy yo el que hago ni el espacio ni la espaciosidad. Yo no construyo el espacio físico como construyo el espacio geométrico, porque el espacio físico ya está ahí.
En la realidad física es el hecho del movimiento lo que constituye el espacio: “El espacio físico no es ni lugar ni colocación. Es la estructura de una conjunción de puntos o de cuerpos, pero de una conjunción determinada no libremente sino por un movimiento respectivo, un movimiento de un punto respecto de otro” . El movimiento no es primariamente un cambio de estado de un ente móvil, puesto que no sabemos quién se mueve –desde la perspectiva del principio de relatividad-. El movimiento es un parámetro independiente, ya que es una respectividad espacio-temporal. No se trata de que los cuerpos estén en el espacio y se muevan, sino de que es el Universo el que está en movimiento. Los cuerpos se mueven porque están en un Cosmos en movimiento.
En el universo físico el movimiento es esencialmente un cambio respectivo. “De ahí que el movimiento no es algo deducible del móvil como estado suyo, sino que es una pura relación de respectividad, una pura función” . Que el movimiento sea un cambio respectivo no significa que todo movimiento sea mecánico.
La espaciosidad es una especie de ámbito que nos ofrece el Mundo físico, para que dentro de él puedan acontecer los movimientos y cambios respectivos que constituyen toda la dinámica del Universo. Su estructura e impronta geométrica es el espacio físico. La realidad como ámbito en el espacio físico es principio de libre movilidad (no de libertad de construcción como en el espacio geométrico). El universo físico posee realidades que están en él y también el ámbito para que se de un posible cambio respectivo dentro de él. No es el Universo el que está en el espacio, sino que él lleva dentro de sí el espacio. El universo físico es espacioso porque lleva en sí mismo y dentro de sí el ámbito que se constituirá en espacio. Este ámbito es principio del libre cambio respectivo. La espaciosidad es, de este modo, el ámbito como principio estructural de las distintas posibilidades de estructuraciones dentro del universo físico. El ámbito no es nada espacial, sino pre-espacial; lo que hace posible que haya espacio porque hace posible un libre movimiento. El espacio, por tanto, “no es el ámbito, sino la estructura métrica de los movimientos que en él se producen. Para que haya espacio es necesario recorrer el ámbito...” . Sólo si se recorre el ámbito, hay espacio. Este recorrido es el que realiza un cuerpo abandonado a sí mismo. Este movimiento tiene una medida; la estructura de la medida de este libre movimiento es precisamente la estructura métrica, que es la estructura del espacio físico. Por tanto, el espacio físico está determinado por el libre movimiento.
El problema que se nos plantea ahora es que la experiencia que tenemos del espacio nos sugiere distintas concepciones del espacio físico, debido a que la realidad física dada sentientemente no tiene un carácter unívocamente determinado, pues está dando de sí. Todo ello nos lanza, allende la geometría y la física, hacia el problema de la espaciosidad en sí misma como momento de lo real en cuanto tal.
2.5 ¿Qué es la espaciosidad?
Ya hemos visto que la espaciosidad no es espacio, sino “aquella propiedad real que tienen las cosas en virtud de la cual se constituye lo que es espacio en ellas” . Es principio estructural de espacio, la ley estructural por la que las cosas han de tener espacio. La espaciosidad define la estructura de la constitución del espacio. Pero entonces, ¿qué modo de realidad tiene la espaciosidad?
Ya hemos visto que la realidad es sistema de notas-de respectivas activas por sí mismas. El dar-de-sí es un dar-de-sí en respectividad, es un dar-de-sí que está articulado con el dar-de-sí de las demás realidades. A eso Zubiri lo llama tensidad –dar de sí en respectividad-. Toda realidad envuelve el momento de tensidad.
Si el espacio es un conjunto de puntos y toda realidad es un conjunto de notas-de, entonces la conjunción espacial se da cuando hay una unidad de posición según un dentro y un fuera. El conjunto espacial está constituido por la unidad del dentro y el fuera. Cada punto está fuera de los otros, es un ex; el espacio se funda en el fuera. Pero los puntos fundan una unidad, no sólo están los unos fuera de los otros. Todo punto forma parte del conjunto de puntos, del sistema. Un punto es ex respecto de otros puntos. Cada punto es, por tanto, una realidad ex-de. Este de es el principio de la unidad de cada punto con los demás. “El ex mismo es formalmente un fuera (ex) respecto de los demás (de); es un fuera-de. Más que de ex hay que hablar de un ex-de” . Todo punto por su ex está intrínsecamente vertido a los otros en de. No existe ningún punto absoluto. La unidad del sistema de puntos es la unidad respectiva de un ex-de.
Como cada cosa envuelve el momento de tensidad y es además, como cuerpo real, un sistema de puntos (ex-de), entonces las cosas reales son reales en extensidad –siendo la extensidad el modo de unidad que tiene como forma de realidad el ex-de-. La extensidad no es extensión, sino que ésta es un resultado de aquella. El modo de realidad del cuerpo es extensidad, y por ello posee los caracteres que constituyen su extensión. La espaciosidad no es sino la extensidad de lo real. Por ello, la espaciosidad de las cosas radica en el carácter del ex-de; la espaciosidad es el principio estructural del espacio. La estructura de la extensidad es el espacio, tanto geométrico como físico.
La extensidad es principio tanto del espacio geométrico como del físico. En el primero la extensidad es principio de libre construcción; en el segundo es principio estructural de libre movilidad. El ex es un modo de realidad de los puntos y también de las realidades materiales. Por tanto, la espaciosidad es una propiedad de las cosas, un principio estructural que constituye la posibilidad de libre construcción y de libre movilidad, es decir, la posibilidad del espacio geométrico y del espacio físico.
2.6 El movimiento:
Volvamos ahora al espacio físico, que es el que nos interesa para estudiar el dinamismo de la variación. Hemos visto que la estructura del espacio físico es una respectividad en variación local. El espacio físico es el espacio que dejan las cosas para estar y moverse. Este espacio sólo posee las estructuras que le imponen los cuerpos que lo ocupan y el sistema de desplazamientos –entendiendo que el movimiento en sí mismo no es un estado del móvil-. El movimiento determina las estructuras del espacio y “es siempre una respectividad en que se encuentra el móvil respecto de otros cuerpos” . El movimiento envuelve esencial y constitutivamente un principio de respectividad, aunque el movimiento posea un carácter absoluto –lo relativo es saber quién se mueve y quién está quieto-.
El Universo entero está en movimiento; es decir, el Universo no está constituido por unas sustancias de las cuales resultara que hay un movimiento local. “El movimiento es un estado, un invariante dinámico en el Universo”; eso no significa que el movimiento no pueda variar, pues es una respectividad variable. Gracias a que el Universo está en movimiento, a que la estructura del Universo es en y por sí misma constitutivamente dinámica, se mueven las distintas cosas. Por este dar de sí del Universo, se producen los cambios en él.
¿Cómo es el movimiento en el espacio? Por lo pronto, Zubiri insiste en que no todo el movimiento en la Física está producido por una fuerza. Por ejemplo, el movimiento inercial no lleva en su seno una fuerza. Las fuerzas son necesarias para algo distinto, para cambiar la velocidad del movimiento (por ejemplo, para producir una aceleración).
Sin embargo, el concepto de fuerza en sí mismo es muy problemático en la Física. Con Einstein se dejó de hablar de fuerza de la gravitación, pues él considera que la única realidad que existe es la de los campos: el electromagnético y el gravitatorio. La fuerza no sería otra cosa sino la manera como el hombre siente la intensidad del campo en un punto determinado. El campo no es producido por una fuerza; por tanto, la fuerza no tiene un carácter causal, ya que la gravitación no es una fuerza sino una estructura (la curvatura del espacio). Por eso, Zubiri sostiene que no es lo mismo causa que fuerza. Se han identificado estos dos conceptos porque se han confundido la causalidad y la causa –que ya hemos visto que son dos cosas distintas-.

El movimiento es algo que acontece en la realidad. La variación es variación de realidad y en la realidad. El movimiento es una variación respecto del lugar que se ocupaba; y el hombre percibe con su inteligencia sentiente una funcionalidad de lo real en tanto que real – a esa funcionalidad es a lo que Zubiri ha denominado causalidad-. Para que haya movimientos en la realidad ha de haber causalidad; pero con eso no estamos describiendo cuál es la causa del movimiento. La existencia de una causa del movimiento es una hipótesis arbitraria –por muy obvia que parezca-. El movimiento del Universo no está desencadenado por las cosas o por una sola cosa; sino que es el Universo mismo el que está en movimiento en y por sí mismo. Si hay una causa, se tratará de la totalidad del Universo. La respectividad integral es la causa del movimiento, porque el Universo entero está en movimiento, está dando de sí.
Los movimientos locales son un dar de sí de los cuerpos por razón de sus estructuras y de sus notas. Por eso no cualquier cuerpo puede ocupar cualquier lugar en el espacio, aunque es esencial que ocupe alguno. Los cuerpos dan de sí debido a sus condiciones físicas y sus notas un elenco enorme de lugares que pueden ocupar en el espacio. Los cuerpos cambian, en definitiva, porque devienen: se pone en juego la capacidad que tienen para ocupar distintos lugares en el espacio.
El movimiento local es la base de todas las demás variaciones cuantitativas y cualitativas, porque el cambio de lugar es el movimiento radical. Por ello nos hemos detenido en el estudio del espacio. Aquí se podría preguntar, ¿por qué no habla Zubiri en este momento del tiempo? Pues, porque él sostiene que el tiempo no afecta directamente a la realidad en cuanto tal, sino a la actualidad de las cosas en su respectividad. El tiempo es “el modo de ser del dinamismo, en tanto que transcurrente” . Es un acto ulterior respecto del movimiento, pues es un modo de ser del movimiento, sin que por ello sea lo que constituye formalmente el movimiento. Ya hemos estudiado en qué consiste el tiempo, pero ahora sólo nos interesa que posee un carácter de continuidad (crono-logía), una estructura de afinidad completamente determinada (transcurre unilateralmente en una dirección única –del pasado hacia el futuro-) y que tiene una estructura mensurable (cronometría).
En resumen, hemos visto que las realidades materiales presuponen un movimiento de lugar, no necesariamente mecánico, en su variación cuantitativa y cualitativa. La variación se inscribe en la estructura formal de la respectividad en cuanto tal. “El mundo está real y constitutivamente en movimiento. Y precisamente por eso se mueve en cada una de las cosas, y ese moverse de las cosas consiste en un dar de sí de ellas, es decir, en acontecer dentro del ámbito de notas, que variacionalmente tiene prefijadas la estructura de una esencia constitutiva de la sustantividad” .
Hemos partido pues de la respectividad esencial y constitutiva en que están todas las realidades del Universo. Las estructuras de la realidad y sus notas son activas por sí mismas; es decir, como dice Zubiri, la realidad es activa por sí misma. Las diversas realidades que componen el Universo no son sustancias sino sistemas estructurales, cuyas estructuras reposan sobre sí mismas y poseen suficiencia constitucional. Este sistema de sustantividades posee un sistema de notas que no pertenecen a la esencia, las notas adherentes. En este capítulo hemos visto el dinamismo que afecta a las notas adherentes, el dinamismo de la variación. Todas las variaciones se fundan en últimas instancia en la variación más elemental: la variación local. Si bien la variación local no es el único dinamismo causal, porque las realidades son algo más que las notas adherentes, pues son sistemas estructurales en sí mismas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario