viernes, 11 de abril de 2014

UN MÉTODO PARA EL DIÁLOGO.
Felipe Miranda Castillo
En la presentación que se hizo de los capítulos que se han logrado traducir del libro ‘Theologia Indorum’,  me percaté que había dos posturas que no se quisieron profundizar y que, tal vez era un momento oportuno para abordar. La primera, del Instituto de Lingüística e interculturalidad, que veía la obra como absolutamente buena, una obra magistral e ingeniosa, síntesis de la fe católica, que sólo pretendía ser un manual para preparar a los que iban a educar en la fe a indios analfabetas, sacrílegos e ignorantes del Dios verdadero. Es decir, este documento era para cristianos practicantes no para neófitos. La otra postura, una crítica a la primera actitud de enfoque, la licenciada Blanca Estela Alvarado expresó que al leer la traducción de los textos se dio cuenta que habían palabras que el venerable padre Domingo de Vico había cambiado de significación con la intención de cambiar la cosmovisión del pueblo indígena, y que con ello buscaba suprimir su forma de vivir en relación con el mundo que les rodeaba, su moral, en pocas palabras su cultura, para en su lugar formar otra.
Cabe destacar que cuando llegaron los españoles se dio una invasión que buscaba la conquista y el dominio de los pueblos nativos. Los medios fueron distintos, de modo que, la religión pudo haber sido una herramienta y no tener el fin preciso del culto divino. El hecho es que eran dos culturas distintas que jamás han entrado en diálogo, una se impuso por las deficiencias políticas que se vivían a nivel de América y por la poca integración que presentaban los pueblos nativos (las divisiones entre los pueblos) en el momento de la conquista-colonización.
Por otra parte, el lenguaje juega un papel muy importante en las relaciones humanas, aunque su fin es el de poder comunicarse, entrar en el plano de lo común, en lo que unifica, sabemos que no sólo se da este elemento sino que las variables en la comprensión y en la emoción pueden provocar incluso guerras. Esta es una de las razones por las que es mejor conocer las implicaciones que tiene una palabra con su significado en la experiencia de un pueblo. Es de importancia analizar la propuesta de Raúl Fornet Betancourt de pasar de la inculturación a la interculturalidad. La interculturalidad supone un diálogo abierto a la escucha de las diferentes manifestaciones simbólicas que son las expresiones de la razón. El diálogo ayuda a superar las barreras y límites de la comprensión humana. Desde esta perspectiva no hay un saber que tenga la hegemonía, sino que en el encuentro de posturas se moldean las opiniones y las prácticas, sin perder la originalidad de ninguna de las culturas. En nuestro tiempo la globalización ha querido unificar las posturas al hacer una síntesis, el problema que tiene, es que elimina las expresiones particulares de cada cultura y las mezcla.
En el contexto que se desarrolló la presentación, se podía ver que todavía hay mucha influencia de ‘un pensamiento inculturado’  donde se presenta una postura que pretende ser mejor que la otra. Sin embargo, no tengo la intención de minusvalorar la obra del padre De Vico, sino que quiero hacer énfasis en que hay muchas formas de comprender el mismo hecho, palabra o acto. Este trabajo de traducción es favorable para poder conocer un poco más el contexto en el que se escribió y para continuar dando pasos en el proceso de interculturalidad en nuestros tiempos.
Algunas de las opiniones que se dieron fueron las siguientes: el P.  Eduardo Valdés piensa que el texto era una escritura que trata del tema de la salvación y planteaba las preguntas ¿Quién nos salva? ¿De qué tenemos que ser salvados? ¿Para qué? Él no respondió estas interrogantes sólo dijo que toda salvación pide una moralidad que busca lo bueno, no solo lo que se debe hacer. Considero que aun cuando hoy se crea en un Dios que quiere relacionarse con su criatura y, que está abierto a la reciprocidad del amor, esto no es el signo para decir que así se dio la evangelización desde un principio. El P. Valdés dejó bastante claro que el problema no es la diferencia sino como se pueden hallar puntos de unidad. Este es un gran reto para nuestros tiempos en los que estamos en transición de una actitud de imposición a un diálogo intercultural. La licenciada Blanca Estela Alvarado dijo que discrepaba de las opiniones de los padres y que consideraba el libro ‘Theologia Indorum’ como una herramienta que buscaba invalidar la cosmovisión que había previo a la colonización y que era una doctrina de dominación inicial. Por último, el Dr. Sergio Romero expresó que la Iglesia desde un principio desconfió en la publicación de textos en la lengua nativa americana porque temía que no se comprendiera la verdadera doctrina católica.
En conclusión, no hubo un debate en la exposición, solo comentarios. Lo cierto es que la recomendación del Dr. Romero para la Licenciada Saqijix  es muy buena. Consiste en dotar a la traducción que se está haciendo de un aparato crítico que logre explicar su metodología, en el que pueda dar a conocer sus hallazgos y pueda confrontar con otros textos para comparar y poder comprender mejor la obra del padre De Vico.
Además, como en el título se expresa la idea de un método para el dialogo,  también exige el supuesto de que existen elementos que imposibilitan el mismo. Uno de ellos es el sarcasmo, esta actitud responde al hecho de creerse superiores a otros. En pocas palabras, para dialogar se necesita ser humildes, reconocer que no se tiene una capacidad omnisciente para poder entenderlo todo. Si le agregamos la apertura y la flexibilidad, creo que la confrontación de ideas, permitirá llegar a conclusiones que amplían lo que antes se pensaba sin eliminarlo de forma desastrosa y humillante.  Tal vez, hoy se hace necesario llegar a aceptar a los demás como son y buscar otras vías para solucionar los problemas y, no estar preocupados por la dinámica tradicional, de la motivación por medio del premio-castigo. La mayoría se queda callada por el miedo al castigo y acepta de forma directa y superficial, las imposiciones que se le hacen sin poder entrar en una dialéctica que favorezca la transformación del medio opresor. Para aclarar las dudas hay que ir al fondo de la misma y responderla con la indagación de ambas partes, ¿Qué es lo que realmente quieren de mí? Y, ¿hasta dónde estoy dispuesto a aceptar lo que se me pide?  Quizás así se llegue a un punto de vista común que ayude a transformar la realidad actual.


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