miércoles, 25 de marzo de 2009

Un fundamento material no eurocéntrico de la ética

Teniendo en cuenta que al primer capítulo del libro le ha precedido una introducción histórico-crítica, situada quizá en cierta manera al nivel de reflexión de los "comunitarianistas", dicho capítulo deberá ser interrogado a la luz de ésta última. En este sentido, la siguiente afirmación podría darnos una idea interpretativa de -por lo menos- qué no es el fundamento "material" (teniendo en cuenta el doble sentido del término en alemán: ver Tesis 10, pp.621-622): "La superación de la Modernidad significará el considerar críticamente todas esas reducciones simplificadoras producidas desde sus orígenes" (p.62).

Si lo que Dussel busca es evitar la dinámica de reducciones y simplificaciones llevada a cabo por el eurocentrismo, y éste a partir de la tradición ética indoeuropea de la búsqueda de la Unidad-Totalidad que niega la particularidad (desde donde se fundamenta históricamente el dualismo heleno), el fundamento material de la ética –que si bien es cierto pretende convertirse en fundamento universal- no deberá leerse como una especie de reduccionismo biológico o en la dinámica totalizante de los fundamentos eurocéntricos. Sobre esto último afirma Dussel: “El «eurocentrismo» consiste exactamente en constituir como universalidad abstracta humana en general momentos de la particularidad europea”. La universalidad propuesta por Dussel, al presentarse como “material”, intenta ir allende de cualquier fundamentación etnocentrista de la ética, sin negar –lo que es evidente- el ámbito de discursividad en el que está adscrita toda argumentación (este será un momento posterior de su propuesta).

Ahora, en positivo, el fundamento material de la ética, que es una explicitación de la dinámica del “modo de realidad” que es la vida humana, a saber “la producción, reproducción y desarrollo de la vida del sujeto humano”, intenta estar en continuidad con la intuición histórico-material de las eticidades sumerio-mesopotámico-semita. Dussel aportaría a esta tradición, subsumida e ignorada por el eurocentrismo, la correspondencia de sus intuiciones éticas con los últimos descubrimientos de la neurobiología. En este sentido, el aporte del filósofo argentino justificaría, hoy en día, una importante comprensión de la vida humana que apostaba por la «corporalidad» como punto de partida y criterio ético.

Teniendo en cuenta lo anterior podemos afirmar:

a) Su ética no es «más de lo mismo», pues apuesta por una tradición no eurocéntrica que encuentra en la neurobiología la justificación científica de la intuición ética sumerio-mesopotámica-semita.
b) El punto de partida material –pretendido por las otras éticas, pero insuficientemente considerado- podría ubicar la propuesta en el ámbito de las éticas materiales pero yendo más allá de las mismas. La pertenencia de las éticas materiales al eurocentrismo, expuesto en la introducción del libro, desplazaría su propuesta hacia un ámbito ético distinto.
c) El fundamento material de la ética pretende establecer una explicitación neurobiológica del básico –pero no determinante- «modo de realidad» humana. Respecto a esto deberá tenerse en cuenta que el tema del «suicidio», introducido en el primer capítulo por el autor, es un buen síntoma de que dicho fundamento material no es del todo determinante. El suicidio, por contradictorio con dicho fundamento, parece ser una muestra de la flexibilidad posible del fundamento material y, además, de que en el «modo de realidad» humana intervienen otros fundamentos, si bien no contradictorios entre sí, flexibilizantes unos de otros.
Juan Blanco

jueves, 19 de marzo de 2009

Eduardo dijo...

Amigos, me gustó el intercambio de hoy. Desafortunadamente no llegaron varios de los que con tanto ánimo se apuntaron al inicio. ¿Le hulleron al argentino? Dussel me parece interesante, pero, como lo he dicho varias veces, tengo la impresión que el amigo a veces complica las cosas (¿esa es característica de filósofos? No lo creo). El punto de partida de la neurociencia me parece genial y aquí es donde veo -hasta hoy- su aporte. Incluso me atrevería a decir que es una trinchera todavía que está llamada a aportar más. Con toda su erudición, (y respetando a quienes lo admiran) su postura la defino como "más de lo mismo" por cuatro razones (hasta donde he leído): 1. Como todos los sistemas anteriores busca un criterio universal común que le permita desde lo firme y seguro juzgar los actos humanos (de esto se trata la ética). Comparte, con esto, las mismas preocupación de un Aristóteles, santo Tomás, Bentam, Scheller, etc. 2. Creo que Dussel coincide, más refinadamente quizá, en las famosas éticas de contenido o materiales. Aunque él diga que se trata de una base orgánica. 3. Me temo que ese criterio que Dussel insiste en llamar orgánico (neurocientífico) es una versión más "actualizada" de la tradicional postura aristotélico-tomista del iusnaturalismo (una naturaleza desde la cual se origina el deber ser y las leyes). Y 4. Creo que ese punto de partida lo puede conducir (como a las anteriores éticas o al menos las más formales) a una sistema rígido que impida el acceso de las minorías.
Espero sus comentarios.

Saludos,

lunes, 16 de marzo de 2009

"La crisis y la arrogancia de Occidente", Leonardo Boff

Koinonía, 13 de marzo de 2009

En todos los países se están buscando salidas para la crisis actual. Más que ante una crisis, estamos, a mi modo de ver, frente a un punto de mutación de paradigma, próximo a ocurrir. Pero está siendo aplazado e impedido por la arrogancia típica de Occidente. Occidente está perplejo: ¿cómo puede estar en el ojo de la crisis si posee el mejor saber, la mejor democracia, la mejor conciencia de los derechos, la mejor economía, la mejor técnica, el mejor cine, la mayor fuerza militar y la mejor religión?

Para la Biblia y para los griegos esta manera de pensar constituía el supremo pecado, pues las personas se situaban en el mismo pedestal de la divinidad. Pronto eran castigadas al destierro o condenadas a muerte. Llamaban a esta actitud hybris, que quiere decir, arrogancia y exceso. Oigamos a Paul Krugman, Nóbel de economía en 2008, en el New York Times del 3 de marzo: «Si quiere usted saber de dónde vino la crisis global, mire las cosas de esta manera: estamos viendo la venganza del exceso; así nos hemos empantanado en este caos y todavía estamos buscando una salida». ¿No se decía antes greed is good? ¿La ganancia en exceso es buena?

Presentemos otra cita del nada sospechoso Samuel P. Huntington en El choque de civilizaciones: «Es importante reconocer que la intervención en los asuntos de otras civilizaciones constituye probablemente la fuente más peligrosa de inestabilidad y de un posible conflicto global en un mundo multicivilizacional». Huntington explica que es la arrogancia la que mueve a estas intervenciones. Los occidentales pretenden saber todo mejor. Johan Galtung, noruego, uno de los más preeminentes mediadores de conflictos del mundo, trabajó durante tres años tratando de mediar en la guerra de Afganistán. Se retiró, decepcionado e irritado, denunciando: «la arrogancia occidental impide cualquier acuerdo; éste sólo es posible a condición de que los talibanes se sometan totalmente a los criterios occidentales».

Tal vez la forma más refinada de arrogancia fue y es vivida por el cristianismo, especialmente bajo el actual Pontífice. Ha rebajado a las otras Iglesias negándoles el título de Iglesias. Ha impugnado a las demás religiones como caminos hacia Dios.

Pero ha tenido antecesores más extremados: Alejandro VI (1492-1503) por la bula Inter Caetera dirigida a los reyes de España determinaba: «por la autoridad de Dios Omnipotente que nos ha sido concedida en san Pedro y como Vicario de Jesucristo os donamos, concedemos, entregamos y asignamos a perpetuidad con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, las islas y las tierras firmes halladas y por hallar». Nicolás V (1447-1455) por la bula Romanus Pontifex hacía lo mismo a los reyes de Portugal. Les concedía «plena y libre facultad para invadir, conquistar, combatir, vencer y someter a todos los sarracenos y paganos en cualquier parte que estuvieren y reducir a sus personas a servidumbre perpetua». ¿Se puede ir más lejos en exceso y en hybris? Se borró totalmente la memoria del Nazareno que predicaba el amor incondicional y que todos somos hermanos y hermanas.

La arrogancia de Occidente impide que los jefes de Estado, ante la actual crisis, se abran a la sabiduría de los pueblos y busquen una solución a partir de valores compartidos y de una visión integradora de los problemas de la Casa Común, herida ecológicamente. En los discursos de Barack Obama resuena la arrogancia típicamente estadounidense de que los EUA todavía van a liderar el mundo. Es un liderazgo montado sobre 700 bases militares repartidas por todo el planeta y provistas de armas de destrucción masiva capaces de diezmar a la especie humana y dejar tras de sí una Tierra devastada. Este liderazgo arrogante no lo queremos.